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Publicado por el CISA, Consejo Indio de Sud América, Documentos, 1980.

Contribuciones a distintos congresos

Frente de clase y frente de civilización

Dominique Temple | 1980

Si los frentes de liberación del Tercer Mundo han sido determinados por los análisis de revolucionarios marxistas, el primero de sus objetivos ha sido definir una frontera territorial, detrás de la cual las generaciones que llegan al poder revelan una conciencia étnica fuerte determinada por la promoción de otros sistemas de valor que el que caracteriza al sistema económico occidental.

Pero esta emergencia no ha modificado el análisis occidental que sigue planteando que los sistemas económicos de tipo “asiático” son primitivos o, mejor dicho, que la competencia, el intercambio y la explotación son las formas desarrolladas de una evolución económica, cuyas etapas y adaptaciones primitivas podrían expresarse a través de los otros modos de producción reconocidos.

Se debe volver al análisis de la relación primordial de toda organización económica aunque sea considerada como ya establecida : antropología y economía política, en efecto, no parecen enfrentarse de manera decisiva sobre este problema, aunque la antropología haya puesto en evidencia hechos contradictorios... El Don de las sociedades primitivas es interpretado siempre como la prestación al origen del intercambio. El don así implicaría la deuda de la cual el contra-don podría ser la liberación, de donde, una relación llamada de reciprocidad, que establecería la satisfacción de las dos partes. Es este postulado el que proponemos invertir completamente.

El Don es el contrario riguroso del Intercambio. Es a partir de este principio que proponemos una interpretación original de los sistemas llamados asiáticos.

De este postulado, en efecto, se puede deducir un análisis coherente de varios modos de producción, confundidos bajo el nombre de primitivos, revelando así otras evoluciones económicas que la del sistema económico occidental.

El Don es el contrario del intercambio : si el intercambio libera dos partes, una frente a otra, eliminando la eventualidad de una dependencia mutua por la adquisición por cada una de ellas de una parte de los bienes de la otra, el Don, al contrario, crea una dependencia absoluta del que recibe, de tal manera que pretende generar una identidad orgánica nueva, una totalidad irreductible a partir del centro donante. Es una inclusión, mientras que el intercambio es una exclusión mutua.

La reciprocidad aparece como un vínculo inalienable, el vector de estado de un proceso económico colectivo. La reciprocidad está definida como el contrario de la competencia.

Desde entonces, el Don, principio de la redistribución, conduce a lo gratuito generalizado. Sale naturalmente de eso que la potencia se obtiene por la liberalidad, lo contrario de la acumulación. Si es el contrario, se debe al hecho de que los sistemas económicos de la redistribución y del intercambio o, si se prefiere, de la reciprocidad y de la competencia, son rigurosamente antagonistas : la redistribución y la reciprocidad aparecen como las dos fases dialécticas de un mismo ciclo económico en el cual el consumo mueve la producción, antagonista del sistema del intercambio y de la competencia en el cual la producción determina el consumo.

Las relaciones de varios centros económicos, pertenecientes a la lógica del Don, fueron, a su vez, confundidas con los intercambios. Sin embargo, no puede existir igualdad, dentro de tales relaciones ; cada centro de distribución procura vencer al otro por una prodigalidad superior.

Entre los Centros económicos regidos por Redistribución, hay competencia que siempre tiende hasta la desigualdad. Sólo en el caso de que el Don no llegue a su fin, superado por otro don, se puede tener una apariencia de intercambio.

Antes de considerar las situaciones más complejas, generadas por la dialéctica de la Redistribución y Reciprocidad, se debe señalar las consecuencias inmediatas de esas primeras proposiciones sobre la lucha entre los sistemas del intercambio y la redistribución. Por eso, se puede volver a la descripción de una estructura elemental : imaginemos el encuentro entre un indígena de una sociedad llamada primitiva, en realidad regida por reciprocidad, y uno de nuestros conciudadanos, que pertenece al sistema del intercambio. El indígena empieza, evidentemente, a ofrecerle lo más posible : hospitalidad, riquezas... esperando incluirle en una relación de reciprocidad e instituir una totalidad en la cual el quedará como el centro distribuidor, es decir, el jefe. Da para adquirir la potencia y eso puede ir hasta la reciprocidad de parentesco. Pero como nuestro colono no pertenece a un sistema de reciprocidad, sino que practica el intercambio, según las leyes de un sistema económico antagonista del sistema indígena, y que para él la potencia tiene su origen en la acumulación, lo que busca es recibir lo más posible y dar lo menos posible. Sorprendido por la actitud del indígena, que va a calificar de irracional o primitiva, intentará adquirir todo contra nada, mientras el indígena se asegurará de lo contrario, dar sin recibir. Es lo que se llama un “quid pro quo”.

Se comprende que el indígena podrá revertir la situación, sólo cuando se dé cuenta que el occidental no pertenece a un sistema de reciprocidad, sino que practica el intercambio. Cuando descubra los mecanismos del proceso económico occidental, los de la explotación en particular, cómo nace el valor y cómo se acumula, comprenderá también la actitud del colono, su sed de riqueza, el pillaje de su territorio. Evidentemente, el análisis marxista le permite darse cuenta de la naturaleza del sistema de producción y el de Lenin le ilustra acerca de la cuestión colonial y, lógicamente, que va a intervenir en la situación protegiéndose de nuestro sistema, gracias a un frente de liberación marxista-leninista, perfectamente bien adaptado a la naturaleza de la agresión.

Así, pues, habrá una generación, los pioneros del Tercer Mundo, que con ese giro histórico, el plagio de los análisis revolucionarios occidentales, que está ilustrado por la alianza provisoria de los No-alineados con las tesis de los países socialistas, detendrán la expansión de nuestra civilización. Su primer objetivo será establecer una nueva frontera que desde su punto de vista, es una frontera nacional pero que, para la sociedad occidental, es considerada como una frontera de civilización. Lo importante es ese frente, esa frontera de la cual nos damos ahora cuenta que no protege a un Tercer Mundo informe o primitivo, sino a poderosas organizaciones económicas regidas por la reciprocidad y para los cuales nuestros valores y nuestras riquezas, tal vez, quedan sin valor : oposición que ya no es del proletario contra la burguesía, la cual queda interna al sistema occidental, sino de otra naturaleza y que opone el Tercer Mundo al Mundo Occidental.

Así, pues, van a aparecer humanidades nuevas para las cuales el derecho se encuentra fundado en la totalidad y ya no en la individualidad, como en nuestra tradición. Identidades colectivas exclusivas aparecen en las cuales los occidentales se preguntan de dónde toman su fuerza política : Khmers rojos que matan a todos los que no pueden integrarse de una manera absoluta en su totalidad, Vietnam super armado, Islam de pie contra el imperialismo capitalista o soviético...

Sin embargo, apenas se erige una frontera de civilización, detrás de ella se producen ajustamientos de las fuerzas inmovilizadas por la administración colonial, exacerbados por las técnicas o las armas entregadas por potencias occidentales rivales e inconscientes de la dialéctica que así liberan. De la misma manera que hay revoluciones posibles, dentro del sistema occidental, las hay también dentro del sistema calificado de asiático.

Antes de precisar los ejes de tales revoluciones, es preciso hacer una observación : no se debe equivocar en la adhesión de tal o cual país del Tercer Mundo a una de las potencias rivales de occidente. Se trata de adquirir la tecnología del otro, sin trabas para su soberanía : es el giro histórico considerado desde un punto de vista económico y tecnológico y no solamente político.

Volvamos a la lógica interna de esas sociedades de reciprocidad. Un centro de redistribución que aumenta su poder, ensancha su esfera de reciprocidad. Se ve un desarrollo de sociedades unitarias y cuando las necesidades de la comunidad están satisfechas, surge una diferenciación, de donde emerge, una jerarquía vertical de estatutos y el aspecto piramidal de la estructura social. Al contrario, un poder de acción débil conduce a la multiplicación de centros que reproducen indefinidamente el mismo equilibrio, de donde provienen sociedades tribales, y cuando las condiciones ecológicas lo permitan, unos sistemas de redistribución complementaria. En el primer caso, el Estado está muy centralizado ; en el segundo caso, disperso. Dentro de condiciones homogéneas, como las de la selva tropical, donde las técnicas agrícolas y otros factores no permiten ampliar equilibrios sociales, la comunidad se divide y se reproducen pequeñas unidades de reciprocidad, más o menos idénticas e iguales entre sí. Cuando la tecnología permite el dominio del suelo y la acumulación de riquezas, el desarrollo conduce a las Pirámides...

Hay una contradicción entre las dinámicas verticales y horizontales de la reciprocidad que es el principio de una dialéctica ; contradicción que aparece en la oposición entre regímenes tribales e imperiales pero que es también una contradicción en cualquier sistema de reciprocidad. Que un polo de esa contradicción aventaje el otro, y la sociedad bascula en una unidimensionalidad engendrando la alienación : la guerra interétnica, en el caso de sociedades de reciprocidad horizontal, la esclavitud, en el caso de sociedades de reciprocidad vertical. Así, pues, es el control de las leyes de la Reciprocidad, por un análisis teórico, que puede liberar una praxis revolucionaria del otro lado del frente de civilización : ese frente se vuelve una línea de reparto entre las luchas revolucionarias de tipo lucha de clase y las de tipo reciprocitario.

Es preciso reflexionar a propósito de las leyes económicas, ya no de las sociedades del intercambio sino de las sociedades de reciprocidad y, por lo menos, volver las espaldas a las interpretaciones etnocentristas del Don, como intercambio arcaico y cesar de confundir la reciprocidad generalizada con el intercambio generalizado.

Se debe admitir una contradicción fundamental, desde el alba de cualquier evolución económica, entre las sociedades que se organizan por reciprocidad y las que se estructuran por la competencia ; los imperios gobernados por el principio de la redistribución y los gobernados por el principio del intercambio.

Es verdad que casi todos los pueblos del Tercer Mundo han sufrido el intercambio impuesto y que muchas veces las sub-unidades de reciprocidad indígenas están desunidas por el Derecho occidental heredado de la colonización, de tal manera que la sociedad parece bloqueada. Pero en muchos lugares, la competencia y el intercambio ya están enfeudados, a su vez, a una estructura de reciprocidad, incluso a nivel internacional, donde el par de fuerzas definidas anteriormente anda en sentido inverso (es la inversión histórica) : el crecimiento de la reciprocidad exaspera la competencia fuera de su territorialidad, lo que encarece el valor de los bienes protegidos por una frontera de redistribución. Esa inversión conduce a una vuelta de relaciones de fuerzas.

Hoy, la supervivencia de las sociedades europeas, ya con pocas materias primas, induce un nuevo tipo de relaciones con el Tercer Mundo (de Reciprocidad) ; es decir, por lo menos, estatutos complementarios no relacionados con una lógica de precios, así que a la actualización de una reciprocidad interna, pues existe un Tercer Mundo potencial en Europa, visible en una cierta marginalidad.

El porvenir inmediato aun puede estar en la intervención de nuestro modo de producción por una revolución socialista ; pero la aproximación de una confrontación mundial, vuelve necesario la institución por anticipación de un nuevo tipo de sociedad. La hora ya no es función de la historia occidental, sino de un mundo, del cual la sociedad occidental se ha excluido.

Fronteras económicas y demográficas de la colonización

La comunidad étnica shipibo-conibo está instalada en las orillas del río Ucayali, afluente del Amazonas, que costea los Andes peruanos en su vertiente oriental.

Durante el siglo XIX y principios del XX, esta región de la gran selva tropical fue sometida al pillaje de aventureros, unos de los más conocidos fueron los prospectores de caucho. Las comunidades indias fueron diezmadas por la criminalidad colonial y también por las epidemias importadas. Se vieron obligadas a abandonar, en beneficio de los colonos, las tierras fértiles, los aluviones del río y también las tierras altas protegidas de las crecidas. Se encontraron desorganizadas, obligadas a resistir en regiones poco hospitalarias, o a albergarse en las misiones al precio de lo esencial de sus tradiciones.

Los etnólogos de la “selva” distinguen dos dinámicas que llaman “fronteras económica », para significar el desarrollo de las actividades comerciales extractivas de las materias primas de la Amazonia : el oro, el petróleo, el caucho, la madera... y “frontera demográfica”, para traducir la instalación de los colonos y de sus familias sobre el territorio indio ; instalación que lleva consigo la desaparición progresiva de la sociedad indígena.

Las economías basadas en la reciprocidad

Hasta hace todavía poco tiempo, los expertos occidentales no admitían sino una única evolución de la economía política, y las sociedades organizadas sobre otros modelos diferentes del intercambio, parecían arcaicas. No faltaban antropólogos que confundían, por ejemplo, el don (el presente, la donación) con un intercambio primitivo. Hoy eso ya no ocurre.

En aquellos lugares en donde una colectividad se expresa como un todo indivisible - a semejanza de la persona humana - las relaciones individuales no se basan en la noción de intercambio sino en la de reciprocidad. En consecuencia, la distribución de las riquezas es necesariamente gratuita para los miembros de esa unidad social : es el consumo de dicha totalidad, según las necesidades de las personas que, por su unión inalienable, la han fundado ; se trata, en suma, de una re-distribución. El don es el arma del poder que mide la capacidad de una totalidad social para incluir al prójimo y es la abundancia la que justifica y explica la ampliación o la generalización de la reciprocidad. Las economías de reciprocidad constituyen, naturalmente, economías de abundancia, de consumo y de asueto que conducen a evoluciones cualitativas de las relaciones sociales, cada vez que un determinado nivel de necesidades se encuentra colmado y, en definitiva, a la diferenciación de los estatutos ( las funciones) o la jerarquía de castas.

La cuestión del poder

Lo que opone fundamentalmente nuestro sistema económico occidental a los sistemas económicos indígenas, radica en que, en nuestras sociedades, la producción subordina el consumo a sus imperativos, mientras que, en la mayor parte de las sociedades del Tercer Mundo, es el consumo el que determina la producción.

Esta racionalidad económica, es la inductora de la organización de unidades colectivas, de esferas de reciprocidad, de totalidades humanas (familiares, sociales, tribales, étnicas o nacionales...), que se transforman en generadoras de los derechos del hombre, más o mejor que la propia individualidad. Y son los deseos o las necesidades de dichas totalidades los que determinan la naturaleza de la producción y, en consecuencia, de la inversión.

La unidad orgánica de la comunidad se expresa por medio de la generosidad, es decir, por el poder de redistribución. En ese nivel, el constituido por la elección de las técnicas y los objetivos, es donde se encuentra la cuestión previa al desarrollo. Y esta cuestión previa, es la actualización del poder de las propias comunidades.

Pues, en efecto, casi todas estas sociedades se encuentran desorganizadas, en el nivel de su unidad estructural, por la agresión colonial. Y aún, es preciso tener en cuenta, además, que la tecnología occidental modifica sus condiciones de equilibrio con sus recursos, de forma que sus principios tradicionales quedan a menudo en una situación falsa.

La contradicción de los sistemas económicos : las sociedades bloqueadas

Cuando la colonización suprime la autoridad política de las sociedades de reciprocidad, paraliza igualmente su sistema económico y provoca el derrumbamiento social : la sociedad aparece desarticulada.

Una observación más atenta revela que esta desarticulación libera sub-unidades de reciprocidad. Entre las mallas de la retícula colonial se perpetúan micro-ciclos económicos antagonistas, aparentemente integrados al nuevo modo de producción pero, en realidad, contradictorios ; a veces, incluso, bajo formas disfrazadas.

Dentro de las esferas de reciprocidad, las familiares, por ejemplo, éstas limitan un espacio cerrado que determina un campo económico, atomizado, al que el sistema occidental no puede acceder. En sus extremas consecuencias, las inversiones de la economía occidental se encuentran incluso desviadas de sus objetivos de producción, en provecho del consumo de estos sistemas que le son antagonistas. Así, el desarrollo de tipo occidental aparece socialmente bloqueado. Se reduce a una retícula de infiltración, extraña a la realidad indígena, considerada entonces como marginal. Pero, objetivamente, es difícil saber quién es marginado con relación a quién.

Así, existen dos sociedades : una, que depende de las relaciones de reciprocidad tradicionales, administra la economía de subsistencia ; la otra, a veces inexistente demográficamente, mantiene bajo su tutela al aparato de estado y se ocupa de la producción industrial con fines ajenos.

Estas dos sociedades se mantienen separadas por sus distintas fronteras : económica, demográfica, a veces, política ; separadas cualquiera que sea el nivel de infiltración de una o de disociación de la otra, al igual que hacen dos líquidos no mezclables en estado de emulsión.

Según sus correlaciones de fuerza, las multinacionales por ejemplo, constituyen estados en el interior de los Estados - al margen de la vida social y política del Tercer Mundo - por tanto, se instala una retícula transnacional de intercambio, independientemente de las relaciones internacionales. O bien, las competencias indígenas se aseguran fronteras territoriales para escoger las técnicas en función de los objetivos y las modernizaciones que las totalidades sociales se proponen.

En suma, y resumiendo, allí donde crece la economía de intercambio decrece la economía de reciprocidad ; a la inversa, allí donde ésta se fortalece, aquella decrece.

Relaciones entre las economías de intercambio y de reciprocidad

En el interior de un sistema regido por la reciprocidad, el poder se expresa tradicionalmente por el prestigio, es decir, por la generosidad en la redistribución o , en su caso, en el nivel de las relaciones elementales, por el Don.

En cambio, en el sistema occidental el poder se engendra principalmente por medio de la Acumulación.

Cuando ambos sistemas se ponen en contacto, a través de los individuos : aventureros, pioneros o colonos, la articulación de los mecanismos - Acumulación y Don - favorece a la Acumulación.

En efecto, mientras que el “indígena” da al extranjero, intentando dar más de lo que él recibe, con la esperanza de adquirir prestigio y autoridad, el colono, por su parte, busca recibir más de lo que da, con el fin de acumular riqueza. Por otra parte, él mismo se ve incitando a esta desigualdad, puesto que cuanto menos dé, más rara parecerá su mercancía y más atraerá con sus cualidades de prestigio. En ello radica el famoso “quid pro quo” que durará mientras, los responsables de los sistemas de reciprocidad, ignoren que están en relación con un sistema económico de una naturaleza diferente.

Es preciso que los representantes de las sociedades indígenas pasen por un tiempo de adaptación en las sociedades occidentales y descubran los mecanismos de explotación para que modifiquen su actitud y reivindiquen la independencia política como base para un diálogo con las sociedades occidentales. Este giro político ha tomado, generalmente, la apariencia de un giro por el frente de clase, antes de ser un frente de liberación y ser, luego, un frente de civilización.

Si la crítica marxista ha permitido denunciar la lógica del sistema capitalista, todavía ignora la problemática interna de los sistemas llamados “asiáticos”. Si el socialismo pretende liberar a la sociedad occidental de su alienación, por medio del control científico de las relaciones de producción, no existen teorías revolucionarias que puedan permitir a las sociedades indígenas controlar los mecanismos de la reciprocidad.

Por consiguiente, efectuar una elección en favor del mantenimiento o la protección de un tipo determinado de sociedad es, igualmente, efectuar una elección en favor de un tipo de alienación determinado, y el respeto por el prójimo es, a menudo, un respeto por la pasividad del prójimo contra sus propias esperanzas revolucionarias que, por su parte, no están todavía inscritas en las estructuras adquiridas de estas sociedades. Plantear la pregunta de qué tipo de sociedad respetar, es también plantear la cuestión de qué modelo de alienación preconizar.

¿Qué desarrollo ?

La mayor parte de las organizaciones favorables al Tercer Mundo se interesan mucho, en cambio, por los problemas de la ecología y son favorables a proyectos específicamente indígenas, al igual que prefieren sostener programas de autonomía, mejor que aquellos que implican dependencias exteriores. En consecuencia, apoyan una economía de reciprocidad.

Una crítica que se les hace, a menudo, es la de que escogen más bien una base de acción, reducida a los niveles de subsistencia elementales, familiares o individuales, abandonando así los otros niveles a las potencias extranjeras y consolidando de esta forma el reparto del mundo. Dan por hecha la desorganización de la sociedad por la colonización.

Sin embargo, resulta manifiesto que el nivel de vida de las sociedades de abundancia, y no de subsistencia, es conservado potencialmente por las tradiciones, las lenguas y las religiones - o lo que se denomina religiones - que son otras tantas representaciones del mundo, diferentes de las del mundo occidental.

Se puede comprobar, por otra parte, que allí donde la actualización del poder étnico es una regla respetada, tiene lugar una dinámica de expansión de la reciprocidad o de actualización de las potencialidades de reciprocidad histórica, y que cuando interviene una adaptación de la tecnología occidental, tienen lugar revoluciones en las formas de reciprocidad, bien en favor de la reciprocidad “positiva”, bien en favor de una participación más grande.

Si, para concluir, se intentara extraer un consenso general que reflejara una opinión “media” de los sentimientos expresados en torno al tema de la ayuda a las comunidades indígenas organizadas por la reciprocidad en América del Sur, se debería dar la prioridad a las proposiciones de orden económico que están fundadas por relaciones de equilibrio con los recursos naturales, fundadas igualmente por potenciales de reciprocidad étnica y, asimismo, fundadas por las totalidades étnicas que conducen a contratos directos de autonomía o de reciprocidad.

Pour citer ce texte :

Dominique Temple, "Frente de clase y frente de civilización", Contribuciones a distintos congresos, 1980, http://dominique.temple.free.fr/reciprocite.php, (consulté le 28 mars 2024).

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