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Paraguay

La economía guaraní

Bartomeu MELIÀ | 2011

El colonialismo paraguayo a partir del siglo XVI

Jopói ha tepy (Reciprocidad y venganza)

Han quedado los testimonios de Ulrico Schmidl, de Domingo Martínez de Irala, de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, de los jesuitas.

Copio el relato de Schmidl :

“Ahí nos dio Dios el Todopoderoso su gracia divina que entre los susodichos Carios o Guaranís hallamos trigo turco (maíz) y mandiotín, batatas, mandioca poropí, mandioca pepirá, maní, bocaya y otros alimentos más, también pescado y carne, venados, puercos del monte, avestruces, ovejas indias, conejos, gallinas y gansos y otras salvajinas las que no puedo describir todas en esta vez. También hay en divina abundancia la miel de la cual se hace el vino ; tienen también muchísimo algodón en la tierra” (Schmidl, 1947 : 54).

Irala (DHG, II : 299) es no menor expresivo :

“Y porque Dios ha sido servido … se tiene tanta abundancia de mantenimientos, que no sólo hay para la gente que allí reside mas para más de otros tres mil hombres encima”.

Desde los tiempos más antiguos existió una agricultura guaraní fecunda – hasta podríamos decir una auténtica agronomía –. El colono europeo acabó por pedir prestados al Guaraní esos conocimientos reconociéndolos como los más adecuados para cultivar esa tierra.

Ahora bien, para el Guaraní – y en esto coinciden tanto la arqueología y la historia como la observación etnográfica contemporánea – la tierra no fue nunca un simple medio de producción económica.

De acuerdo con una expresión que viene atestiguada desde antiguo y es usual entre los Guaraníes actuales, su tierra se identifica con el tekoha. La semántica del tekoha corre menos por el lado de la producción económica que por el de un modo de producción de cultura. Teko es, según el significado otorgado por Montoya en el Tesoro de la lengua guaraní (1639, f. 363 ss), “modo de ser, modos de estar, sistema, ley, cultura , norma, comportamiento, hábito, condición, costumbre […]”. Pues bien, el tekoha es lugar donde se dan las condiciones de posibilidad del modo de ser guaraní. La tierra, concebida como tekoha, es ante todo un espacio sociopolítico y cultural.

“El tekoha significa y produce al mismo tiempo relaciones económicas, relaciones sociales y organización político-religiosa esenciales para la vida guaraní […] Aunque parezca un paralogismo, hay que admitir, con los mismos dirigentes guaraníes, que sin tekoha no hay teko” (Melià, 1986 : 105).

Es “el lugar donde vivimos según nuestras costumbres” (íbid., p. 104). El tekoha, con toda su objetividad terrenal, es una interrelación de espacios geo-sociales.

“Es gente labradora, siempre siembran en montes y cada tres años por lo menos mudan chácara […]. Habitan casas bien hechas […] ; algunas tienen ocho y diez horcones, y otras más o menos, conforme el cacique tiene los vasallos, porque todos suelen vivir en una casa […]. Sus poblaciones son pequeñas, porque como siempre siembran en montes quieren estar pocos, porque no se les acaben, y también por tener sus pescaderos y cazaderos acomodados” (MCDA I : 166-167).

En este “Informe de un jesuita anónimo”, de 1620, se expone de modo implícito la estructura fundamental del tekoha guaraní y el juego de sus “espacios” : el monte preservado y apenas recorrido como lugar de pesca y caza ; el monte cultivable y la casa, muy bien definida como espacio social y político. Son esos tres espacios, simultáneamente, los que definen la bondad de la tierra guaraní. Los términos positivos que designan la tierra buena y el monte aparecen consignados ya en el diccionario de Montoya y están en la boca de los Guaraníes contemporáneos.

Las calidades de tierra, con sus diferentes conformaciones, se proyectan sobre las posibilidades económicas de la caza y la recolección pero, sobre todo, de la agricultura. El Guaraní ve la tierra como horticultor, y no es de extrañar que prefiera las tierras que más facilitan el trabajo agrícola y que proporcionan mayor rendimiento conforme a los diversos cultígenos que en ella se han de plantar. Ésta sería la verdadera “tierra-sin-mal”, yvy marane’ÿ, tierra buena y fecunda donde se puede vivir a gusto gracias a la abundancia de productos que aseguran la posibilidad de frecuentes convites para la fiesta. Esta dimensión ecológica y económica no elimina las dimensiones míticas del concepto que ciertamente lo definen.

La agricultura de carácter guaraní ha sido la más practicada por los colonos de esas regiones con buenos resultados, aun cuando la distorsión del sistema económico introducido haya tendido a desequilibrar las correlaciones ecológicas que el Guaraní supo generalmente mantener con creatividad y dinamismo, incluso emigrando si era necesario hacerlo. El Guaraní no dejó desiertos tras de sí.

Pero lo más propio de la tierra es que sea un espacio habitable. El Guaraní es un aldeano. Hay un pueblo y una casa donde se concentra su vida social y política. La tierra se convierte en plenamente humana cuando hay una casa y un patio. En sus Ordenanzas de 1556 Domingo Martínez de Irala (citado por Súsnik, 1979-1980 : 112) muestra ser muy consciente de la interrelación de espacios, como son los campos, pastos, cazas, pesquerías y asientos de pueblos habituales.

Teniendo en cuenta esta ecología productiva, se desarrollaba un sistema económico de reciprocidad y de don al que los Guaraníes denominaron jopói, cuya etimología es : jo (recíprocamente) – po (manos) – i (abiertas).

El proceso de trabajo y de producción está en el Guaraní, no sólo condicionado sino esencialmente destinado a reproducir el don ; es decir, tiene en la reciprocidad, en el jopói, su razón práctica económica. De este modo, el convite y la fiesta, el “convite festivo”, son el primero y el último “producto” de esta economía de trabajo. Sin reciprocidad no se entiende el trabajo guaraní, ni siquiera el individual. Potirõ (manos todas), pepy (convite), jopói, (manos abiertas recíprocamente), son apenas momentos de un mismo movimiento en el que el “modo de ser guaraní” se concreta ideal y formalmente, a través de la producción de las condiciones materiales de su existencia, que nunca son de mera subsistencia.

El trabajo, en último término, es una forma de reproducir el don y el don es historia social, memoria y futuro. Es el tema de la fiesta, que no es del caso tratar aquí ; sólo decir sintéticamente que en ella la bebida de kaguï (de la chicha de maíz, de mandioca o de miel), fruto de la tierra y del trabajo del hombre, sustenta el don de palabras, máxima expresión del Guaraní en cuanto tal. Sin reciprocidad de palabras no habría reciprocidad de dones, y viceversa.

Ahora bien, se puede dudar de que los españoles hayan entendido este sistema, habiendo reducido muy pronto el intercambio de bienes a un sistema de trueque, por cierto cada vez más desventajoso para los indígenas.

El encubrimiento del sistema económico indígena no fue una cuestión de ignorancia ; tampoco respondía a una voluntad de superación de un modelo ineficaz ; todo lo contrario, este encubrimiento era la condición necesaria para que el “descubrimiento” se mantuviera con la misma finalidad con que había sido comenzado : el mercantilismo. Sin encubrimiento del sistema indígena de economía, el descubrimiento no tenía ya razón de ser ; por esto cada descubrimiento, incluso el que se da en los tiempos más recientes, exige siempre la destrucción de una economía indígena, sea la que fuere la que salga al paso.

El jopói, como sistema económico, probablemente quedó encubierto desde el primer momento colonial y en toda la extensión de la colonia, aunque no en el mismo grado, como veremos al hablar de las Misiones jesuíticas.

La mayoría de las economías indígenas, si no todas, eran y son economías de reciprocidad. Éstas son las economías que fueron encubiertas ; o se negó simplemente que existiesen o, apenas descubiertas, fueron de nuevo recubiertas, pues se sintió muy bien que eran una amenaza para la economía colonial. Frente a las economías de reciprocidad, el sistema colonial desarrolla diversas actitudes y prácticas, todas ellas encubridoras : califica a esas economías como formas meramente arcaicas de intercambio incipiente o las relega al campo de lo folklórico, cuya práctica es apenas circunstancial y limitada. Es el caso del jopói, que era auténtica economía de reciprocidad en la sociedad guaraní y pasa a ser, en las sociedades campesinas paraguayas, un símbolo apenas de ciertas relaciones de proximidad, muy restringida en cuanto a tiempos y dones ofrecidos. En otros términos, la economía de los campesinos paraguayos no se rige ya más por el jopói, que queda reducido a prácticas de folklore nostálgico.

2.2.2. La venganza colonial

Parece extraño, pero es al mismo tiempo muy lógico el neologismo semántico que resulta cuando se quiere decir el precio de una cosa, concepto realmente central en la economía de mercado.

En el sistema guaraní se tenía y se tiene la palabra tepy (hepy) con su significado primero de “venganza”, pero que Montoya traduce también al castellano como “paga”, rescate, redención y liberación, como lo ilustran los numerosos ejemplos aducidos en el Tesoro de la lengua guaraní (Madrid, 1639 : 381 v-382). El tepy es en principio la reciprocidad negativa  (lire la définition) , pero que trasladada al sistema de mercado se convierte en paga y precio de las cosas. Así la expresión tan usual en el guaraní hasta la actualidad : hepy eterei, más que “es muy caro”, significa propiamente “la venganza es muy grande” ; el precio de las cosas se equipara a la venganza antropófaga, el precio de la sangre.

Cada día queda más claro que hay dos sistemas económicos fundamentales : la economía de reciprocidad, que se rige por el don y está orientada a reproducirlo ; y la economía de intercambio, de la cual la economía de mercado – del precio y de la venganza – es la expresión más significativa.

[…]

*

Extractos de Bartomeu MELIÀ, Mundo Guaraní. Segunda edición en español, corregida e ilustrada, Editada por Adriana Almadan, Asunción de Paraguay, 2011, (366 p.), pp. 134-139.

Pour citer ce texte :

Bartomeu MELIÀ, "La economía guaraní", Paraguay, 2011, http://dominique.temple.free.fr/reciprocite.php, (consulté le 18 avril 2024).

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