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Teoría de la reciprocidad, La Paz, Padep-gtz, 2003.

Tomo III – El Frente de Civilización

2. Prefacio

Dominique TEMPLE | 2003

En el primer tomo de esta edición, hemos explorado tres formas de reciprocidad. En el segundo tomo, hemos descubierto el principio de lo contradictorio en el seno mismo de la reciprocidad y cómo la palabra permite expresar los sentimientos humanos en un imaginario que refleja sus actos.

Hemos distinguido entonces dos niveles de reciprocidad : el uno que da cuenta de la vida cotidiana, el otro en el cual la palabra engendra mayor sentido (la palabra de oposición, pero también la palabra de unión). Estas dos palabras conducen a dos principios de organización de la ciudad, uno del mercado (de reciprocidad) y otro de la redistribución.

Pero como sus imaginarios no coinciden fácilmente, los hombres quieren llegar a un nivel simbólico en el cual las ideas sean puras (¡un tercer nivel !). ¿Cómo pasar del imaginario a los valores ideales ? Las Reducciones de los Guaraníes del Paraguay han constituido en el siglo XVII un espacio privilegiado en donde esta cuestión fue el meollo de duras luchas. La primera parte de este libro comenta la confrontación de una palabra guaraní nacida de la reciprocidad a una palabra jesuita que parece diferenciarse de la primera sólo por su pasión para la pureza simbólica (Lo imaginario y lo simbólico en la confrontación de los chamanes guaraníes y los misioneros jesuitas según la relación de la Conquista Espiritual del Padre Antonio Ruiz de Montoya). Desgraciadamente, esta experiencia histórica fue truncada por la intervención brutal de la economía de intercambio. Tenemos entonces que estudiar la interfase de la reciprocidad y del intercambio.

¡1492 ! La contradicción de los sistemas, de reciprocidad y de intercambio, es espectacular. El Quid pro quo Histórico entre los Caribes, El Quid pro quo entre los Guaraníes y El Quid pro quo entre los Aztecas presentan tres versiones de esta contradicción. El Quid-pro-quo entre los Guaraníes nos presentan la versión de un testigo de origen alemán, Ulrico Schmidl. El Quid pro quo entre los Caribes es la versión de Cristóbal Colón, y de un crítico que toma conciencia de la contradicción teórica de ambos sistemas ; explican, sin embargo, por qué la aniquilación de la civilización precolombina le parecía necesaria. El Quid pro quo entre los Aztecas da el punto de vista de los pueblos de América.

Mientras los defensores del sistema capitalista postulan la universalidad de su primacía, Claude Lévi-Strauss propone un análisis racional que reduce la reciprocidad a una herramienta psicológica puesta al servicio del intercambio... La antropología llegó así a volverse la llanta de auxilio de la economía política.

Discutimos esta tesis bajo el título El Quid pro quo entre los Occidentales.

Si los sistemas de reciprocidad y de intercambio obedecen a leyes diferentes y específicas, su enfrentamiento no puede ser sino sistémico y, por lo tanto, perenne a lo largo de la historia : es lo que muestran los editores de este libro publicando tres artículos sobre el genocidio en Ruanda. La similitud es llamativa entre la tragedia del Nuevo Mundo y la que observamos hoy en los mismos términos (economicidio, etnocidio y genocidio) en África. El motivo es lo mismo : la instalación de un sistema de libre-cambio que permita la afluencia de riquezas en beneficio del más fuerte o, más exactamente, de aquel que pertenece al sistema capitalista. La interfase es la misma (reciprocidad-intercambio). El quid pro quo es el mismo, aunque parezca más complejo (pero ¿acaso el tiempo no borra la complejidad ?). La actualidad nos hace percibir con más precisión el papel atribuido a cada una de las dos Palabras : la tragedia en Ruanda pone en evidencia el rol importante de la Palabra de unión. La generalización de la tragedia se extiende con la misma velocidad hoy que ayer. Dos millones de muertos en Congo se han sumado al millón de Ruanda y Burundi desde la redacción de estos artículos. Y todos los esfuerzos de Nelson Mandela no bastan para frenar el proceso que amenaza a todas las sociedades africanas, desde los reinos más grandes a las más humildes chozas, como amenazó y destruyó a todas las sociedades precolombinas, de las ciudades aztecas a las malocas amazónicas.

No nos sorprenderemos por lo tanto encontrar, al final de este libro, artículos polémicos sobre las líneas de frente de las luchas de nuestro tiempo. Lo concreto nos obliga a un cambio de escala, porque el alcance de las acciones de la mayoría de nosotros no excede un radio muy pequeño.

No obstante, quisiera concluir por un destello de esperanza : desde el fin de la experiencia colectivista, la revuelta de las víctimas es como una nave sin timón, como si hubiéramos vuelto hasta antes de Marx. Todas las protestas son denuncias del sistema capitalista, pero nunca están acompañadas de una solución de porvenir, a lo más lo son de un retorno al pasado o de callejones sin salida, proponiendo hasta cierta adecuación del mismo sistema capitalista. La ideología de la solidaridad y de un frente común en contra de la mundialización capitalista revela esta impotencia.

Hay que recalcar, por otro lado, que el sistema capitalista, porque es el único en reinar en adelante sobre la tierra entera, es el gerente de todo lo que el hombre produce, de la técnica y de la ciencia. La organización a su servicio de la producción y del patrimonio de todos los hombres basta para volverlo indestructible : el enfrentamiento directo conduciría pues, si fuese posible, a la destrucción de todo lo adquirido por las ciencias y las técnicas de la humanidad. La tesis del enfrentamiento quedó desde luego prácticamente abandonada desde Gorbatchev (Carta a Gorbatchev).

La vía escogida aquí es salir del sistema capitalista. Pero esta vía supone construir territorialidades en las cuales el provecho esté excluido y puedan ser transferidas las responsabilidades respecto a las técnicas y las ciencias.

Tal cosa es posible gracias a una nueva revolución de la ciencia. De hoy en adelante, la información escapa al poder, y se encuentra cada día más a disposición de todos. Se crean así redes cuyas reglas internas son aquellas de la reciprocidad. Como la revolución cuántica provocó en la ciencia un profundo cambio del espíritu científico, que nos autoriza hoy a reconsiderar hasta los fundamentos de la economía política, de igual manera la revolución de la información nos autoriza a construir otra sociedad mediante la transferencia de competencias de una territorialidad en la que reina el provecho hacia una territorialidad en la que se están colocando las estructuras de reciprocidad.

Tal vez el artículo parecido en el tomo II bajo el título El principio de lo contradictorio y las estructuras elementales de la reciprocidad hubiera podido ubicarse al final de este libro. Plantea que no existe una estructura de reciprocidad privilegiada. El cara a cara de la reciprocidad bilateral, que todos conocen y que crea la amistad, parece a veces sobrellevar a las demás según el adagio de Aristóteles (donde hay amigos, no se necesita justicia). Sin embargo, el adagio no dice que la amistad entre los hombres sea superior a la justicia. Hasta conlleva una restricción (sobre el número de amigos que cada uno puede tener). Desde el momento en que la reciprocidad se generaliza, lo que es una condición para que el imaginario no llegue a encerrar la libertad humana en límites demasiado estrechos, el rostro de cada uno se disuelve en el nombre de la humanidad entera y lo que surge, en lugar del rostro, es el sentimiento de justicia.

Quisiera solamente decir que la mayoría de estas elecciones son elecciones éticas que dependen del habitus de cada uno, como diría Pierre Bourdieu, o de su predilección por una cualidad del ser (el coraje, la libertad, la prudencia, etc.). Por cierto, las conciencias afectivas, como el padre jesuita Antonio Ruiz de Montoya nos lo recuerda, son eficientes por sí mismas y todavía más eficientes cuando son ciegas sobre el proceso de su génesis (lo que llamamos la omnipotencia de lo simbólico), pero las elecciones éticas, justamente porque son absolutas y ciegas, se enriquecen al conocer sus matrices, conocimiento que posiciona a la razón misma en el corazón de todos los valores éticos, de tal manera que el corazón tiene razones que la razón, desde entonces, conoce.

Esta ciencia puede conducir a la paz entre los hombres de buena voluntad. Así, la nueva sociedad podría construirse substituyendo sin ruido a aquella de las ideologías del sistema capitalista. La contestación, por cierto permanente, puesto que todas las generaciones nacen con el deseo de sobrepasar su confinamiento o condicionamiento, fue, un tiempo, completamente desorientada por el fracaso del colectivismo. Ya no lo es. La vía abierta por la Teoría de la reciprocidad es como la visión que apareció al pueblo de Israel después de haber atravesado el Mar Rojo, o como aquella de la tierra virgen Yvy marane’y de los Guaraníes del Paraguay, cuando escapaban de las regiones devastadas en las cuales los colonos los tenían en esclavitud.

Pour citer ce texte :

Dominique TEMPLE, "2. Prefacio", Tomo III – El Frente de Civilización, 2003, http://dominique.temple.free.fr/reciprocite.php, (consulté le 28 mars 2024).

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