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Teoría de la reciprocidad, vol. II, La Paz, Padep-gtz, 2003.

1. Las dos Palabras — Homenaje a Lupasco

1. La reciprocidad primordial y el principio de lo contradictorio

Dominique TEMPLE | 2003

Mauss observaba que en las sociedades primitivas una misma estructura une no sólo las prestaciones de carácter económico y utilitario, sino también “gentilezas, festines, ritos, servicios militares, mujeres, niños, fiestas, ferias”. Propuso llamar a todo esto el “sistema de las prestaciones totales” [1]. En el Ensayo sobre el don, se interesa por una estructura heredada de esas prestaciones de origen que llama el intercambio-don y que analiza como tres obligaciones : dar, recibir y devolver.

En las prestaciones totales, el cara a cara de los clanes, de las familias o las tribus, etc., no da testimonio ora de la amistad ora de la hostilidad, por el contrario da testimonio simultáneamente tanto de la amistad como de la hostilidad.

Mauss no insiste en esta simultaneidad. Sin embargo, cuando habla de una relación de solidaridad, emplea la expresión paradójica de enfrentamiento :

« Las personas presentes en el contrato son personas morales : clanes, tribus, familias, que se enfrentan y se oponen… ».

Y cuando propone un ejemplo de prestaciones totales, elige el de las comunidades dualistas de Australia, ya que están esencialmente divididas en dos mitades. En esas comunidades, cierta hostilidad entre las mitades solidarias impide que se fusionen en una sola entidad colectiva y unitaria.

Lévi-Strauss no insiste más que Mauss en el equilibrio de la hostilidad y la amistad pero pone este equilibrio netamente en valor en su definición de organizaciones dualistas :

« Ese término define un sistema en el que los miembros de la comunidad – tribu o pueblo – se reparten en dos divisiones que mantienen relaciones complejas, que van de la hostilidad declarada a una intimidad estrecha, y donde diversas formas de rivalidad y de cooperación se encuentran habitualmente asociadas… » [2].

La reciprocidad de origen está fundada a la vez en el principio contradictorio  (lire la définition) y en el principio de reciprocidad  (lire la définition) , con el segundo que sirve de sede o de matriz del primero. En el cara a cara así sellado, el enfrentamiento y la solidaridad, como dice Mauss, están íntimamente equilibrados.

Lévi-Strauss dio una descripción colorida de una situación de la que nace tal organización dualista : el encuentro de dos bandas de amerindios Nambikwara del Brasil central. Dos comunidades extranjeras la una de la otra perciben las humaredas de sus hogares. Se aproximan con temor y esperanza. Pronto acampan cerca, se espían, se entreven. Cuando tiene lugar el encuentro, que va a durar toda la noche, las manifestaciones de enemistad de los unos se cruzan con los gestos de amistad de los otros, sin contabilidad ni regateo, con la mayor generosidad pero también, lo más a menudo, con aires de desafío. Es imposible decidir si el alba se levantará sobre la paz o la guerra. El tiempo de la ambigüedad y de la indecisión de un equilibrio entre la confianza y la desconfianza no llega a romperse para ceder el sitio a la fusión de dos grupos o a su separación. Cuando, después de muchos encuentros, los Nambikwaras deciden aliarse para no formar sino una entidad social, perennizan este instante de equilibrio llamándose los unos a los otros cuñados, como si las mujeres de los unos hubieran sido tomadas entre las hermanas de los otros.

Los dos grupos no deciden, pues, llamarse hermanos y unirse en una sola familia. No eligen tampoco términos extranjeros que autorizarían que cada uno intercambie con el otro y retorne a su casa enriquecido por los bienes que esperaba. Eligen los términos de una relación de parentesco que reenvía a una relación de reciprocidad original, ya que cuando se toma la mujer del otro, el hermano de la esposa está necesariamente frente a frente. Una estructura semejante de reciprocidad soporta un sentimiento contradictorio, ya que resulta del equilibrio de fuerzas antagonistas de inquietud y de solicitud.

Lévi-Strauss aproximaba este encuentro a una práctica corriente en nuestra sociedad y que observaba en los modestos restaurantes del Languedoc : la oferta recíproca del vino que viene a disipar la incomodidad resultante de una situación forzada : el acercamiento a la misma mesa de personas muy alejadas las unas de las otras.

La reciprocidad, a veces reducida a una simple simetría o reversibilidad, a veces confundida con una complementariedad biológica de fuerzas opuestas (lo masculino y lo femenino), existe entonces como una forma característica de las relaciones humanas. Ella es, entonces, la realización para cada participante de un equilibrio permanente entre fuerzas antagonistas : solicitud y prevención, atracción y repulsión, vivir y morir, adquirir y perder, alimentar y ser alimentado, ser idéntico y diferente. Tales equilibrios no existen en ninguna otra parte en la naturaleza. Dos predadores pueden, ciertamente, encontrarse unidos, pero cazan juntos o se enfrentan hasta que uno triunfe sobre el otro. Incluso el macho y la hembra no quedan frente a frente el uno del otro : se fusionan y se separan enseguida.

Sólo los hombres se reconocen en un equilibrio de fuerzas antagonistas en los que la conciencia elemental de aquel que actúa se redobla con la conciencia elemental del que padece, de manera que de su relativización mutua nace una conciencia de conciencia  (lire la définition) . La reciprocidad le permite, en efecto, a quien actúa sobre el otro el padecer al mismo tiempo esta acción, ya que ella es reproducida en su lugar por el otro. Ella permite, entonces, que cada uno disponga, a la vez, de su percepción inicial y de la percepción antagonista que era la de quien tiene enfrente. La estructura de reciprocidad es la sede privilegiada de una resultante contradictoria de percepciones antagonistas en el origen de la conciencia de conciencia. Cuando la relativización de dos conciencias elementales antagonistas es completa, la conciencia de conciencia que resulta de ello se convierte en el sentimiento del ser mismo de la conciencia. Y bien, ese sentimiento no es solamente para sí, sino simultáneamente para-sí-y-para-el-otro.

La reciprocidad es una estructura bipolar, sede de una revelación común a dos participantes, revelación que también parece imponerse desde el exterior a cada uno y cumplirse en cada uno. Ella es la sede de un acontecimiento fuera de la naturaleza física y biológica, de alguna forma sobre-natural si se llama naturaleza a eso sobre lo cual dan cuenta la física y la biología.

El sentimiento que nace de la reciprocidad es recibido como el de la humanidad para todos aquellos que participan de su matriz. El hombre es, primero, el huésped de la humanidad. Es el sentimiento del ser mismo de la conciencia propia a todos aquellos a quienes la reciprocidad implica, a todos los miembros de la comunidad. Las prestaciones primitivas son totales, ya que comprometen hombres, mujeres, niños, familias y clanes... Y porque ellas interesan al conjunto de las actividades que pueden realizar el equilibrio de las fuerzas puestas en juego. Todo lo afectado por esta estructura se ve entonces dotado de un valor común, que Mauss llama el mana.

El principio de lo contradictorio, la afectividad y la conciencia objetiva

¿Puede detectarse ese principio en la base de todo sistema de parentesco ?

En un capítulo de la Antropología estructural, Lévi-Strauss muestra que la estructura de parentesco más simple reposa sobre cuatro términos (hermano, hermana, padre, hijo) :

« (…) unidos entre sí por dos parejas de oposiciones correlativas y tales que, en cada una de las generaciones en cuestión, existe siempre una relación (afectiva) positiva y una relación negativa  » [3].

El átomo de parentesco está estructurado de tal manera que la suma de las relaciones de hostilidad y de amistad declaradas sea algebraicamente nula, es decir que esas relaciones oscilan alrededor de una resultante contradictoria.

Esas relaciones elementales pueden, cierto, ser modificadas, pero la regla se mantiene : la suma de las relaciones cualificadas queda siempre neutra ; toda expresión negativa está compensada por una relación positiva.

Figura 1
Figura 1
Esquema según C. LÉVI-STRAUSS, Anthropologie structurale 1, p. 54, fig. 1.

Se trata, en esos ejemplos, del equilibrio de actitudes que reciben una cualificación. Pero Lévi-Strauss precisa :

« En realidad el sistema de actitudes elementales comprende, por lo menos, cuatro términos : una actitud de afección, de ternura y de espontaneidad ; una actitud resultante del intercambio recíproco de prestaciones y de contra prestaciones y, además de esas relaciones bilaterales, dos relaciones unilaterales : una correspondiente a la actitud de acreedor, la otra a la de deudor ; dicho de otra forma, mutualidad (=) reciprocidad (+/–) derecho (+) obligación (–). Esas cuatro actitudes fundamentales pueden ser representadas en sus relaciones recíprocas de la siguiente forma » :
Figura 2
Figura 2
Esquema según C. LÉVI-STRAUSS, Anthropologie structurale 1, p. 60, fig. 2.

Esta representación hace aparecer dos nuevas actitudes que no tienen calificación positiva ni negativa : la una para la afectividad pura : espontaneidad y ternura, muy próxima al sentimiento de ser hombre, que nace en el corazón de la conciencia de conciencia como sentimiento del ser mismo de la humanidad ; la otra, su inversa, que testimonia de una ausencia de sentimiento o de afectividad compartida.

Veamos el esquema propuesto por Lévi-Strauss. El signo de la mutualidad se encuentra sobre un eje perpendicular al de la simple oposición del más y el menos, a manera de oponerse a su contrario, representado por el punto +/–. El punto +/– es mediano entre el + y el – del eje horizontal ; es llamado reciprocidad, pero en este caso, Lévi-Strauss menta el intercambio, ya que atribuye el signo positivo al deudor y el signo negativo al acreedor.

Tanto si el hubiera querido significar un donatario en el deudor, como un donador en el acreedor, la conclusión sería la misma. Habría dos soluciones para su relación : o bien redoblarían, cada uno, el don del otro con el objeto de crear la amistad o bien el segundo anularía el don del primero por su contra-don interpretado como un intercambio a fin de reestablecer una situación de indiferencia mutua. Para oponer esas dos actitudes, la una de reciprocidad verdadera, que Lévi-Strauss llama mutualidad, la otra de intercambio, que Lévi-Strauss llama reciprocidad, habrá que reproducir el eje vertical a media distancia de los dos protagonistas, un polo de los cuales testimoniaría del intercambio, el otro de la reciprocidad verdadera.

En el intercambio, los dos protagonistas reemplazan parte de sus bienes materiales por parte de los bienes materiales del otro. Cada uno de los participantes, al no tener otro objetivo que su interés, se encuentra solo consigo mismo. El intercambio no tiene otra afectividad que el contento consigo mismo ; está desprovisto, en todo caso, de la menor amistad.

Opuesta al intercambio, Lévi-Strauss sitúa entonces la mutualidad, evidentemente la verdadera reciprocidad, de donde nace un plus de ser, de “ternura y de espontaneidad”… una amistad [4].

La geometrización propuesta por Lévi-Strauss permite sobrepasar las confusiones de vocabulario. Ella introduce la distinción entre el intercambio y la reciprocidad. Aporta al sistema de las actitudes calificadas, sistema que tiende hacia aquel de las apelaciones de parentesco, una corrección importante ya que añade una afectividad mutua que testimonia directamente de la reciprocidad y, por otra parte, revela una ausencia de afectividad que testimonia del intercambio. Ella hace aparecer un eje de la afectividad mutua. Ella sugiere, en fin, que la afectividad total de una estructura social puede ser positiva sobre este eje del equilibro contradictorio, a pesar del hecho que la suma de afectividades calificadas de positivas o negativas es siempre algebraicamente nula.

Notemos, solamente, que en una estructura social de reciprocidad, cada uno es tributario de su estatuto comunitario, y que el individuo puede tener que soportar cargas afectivas que tienden a reestablecer equilibrios cuyas perturbaciones fueron producidas muy lejos de él, y cuyas causas él ignora. El destino es necesidad estructural. El sentimiento de humanidad que nace de la reciprocidad no se contenta con ser, él se manifiesta, se nombra. El ser social, que toma asiento en esta estructura primordial, se nombra como tal, tal vez porque está justamente liberado de toda determinación natural. La expresión de un sentimiento semejante, nacido de la contradicción de fuerzas opuestas, no tiene equivalente en la naturaleza : es la palabra  (lire la définition) .

Se puede imaginar que el hombre está en este punto fascinado por el ser que nace de la reciprocidad, es decir por su propia emergencia en tanto que ser revelado a sí mismo que no puede dejar de comprometer toda su existencia en esta producción. El primer nombre que emerge de esta reciprocidad es : « Henos aquí », « Somos los hombres auténticos », tal es el primer nombre, siempre para decir que la manifestación de una conciencia revelada a sí misma es lo propio del hombre.

La razón de la reciprocidad es la de permitir el nacimiento de un sentimiento común que es un lazo más fuerte que el de la necesidad biológica. Empleamos la palabra lazo porque tiene un valor antropológico, es el “lazo de almas” de Mauss. Una tal potencia es indivisa. No puede ser contada en beneficio de lo que sea ni en provecho de lo que sea, ya que parece venir de otra parte. Así como no excluye ninguna actividad humana, no excluye a nadie.

¿Cómo se efectúa, luego, la repartición de ese sentimiento entre las diversas relaciones humanas ?

Cada actividad que se realiza como relación de reciprocidad se convierte en la fuente de un momento contradictorio específico y adquiere su propio sentido. Si cada grupo sufre un asesinato y mata a la vez, la contradicción de dos conciencias elementales de ser matado y de matar se convierte en un sentimiento particular, diferente de aquel de alimentar y ser alimentado, de proteger y ser protegido... Si el sentimiento de humanidad se expresa en el don de víveres, es por ser viviente, y no sólo por ser hombre, que se precisa el sentimiento de ser.

Maurice Leenhardt cuenta que los Kanakes, en las islas Lifu, se llaman : kamo. Mo es una partícula que hace parte de un duelo (mo-ro) y quiere decir “vida”, mientras que ro quiere decir inerte. Los kamo son, pues, los seres que se dicen vivientes. El sentimiento del primer nombre se aclara así por la operación en la cual está más precisamente comprometido. Y bien, cada vez que se abre una relación de reciprocidad específica, puede aparecer un hiato entre al actuar y el padecer.

La actividad que no está relativizada del todo por su contrario está unida entonces a una conciencia elemental no contradictoria residual. Cada vez que la relación de reciprocidad es así polarizada por el dominio de un término sobre el otro se crea un desequilibrio que sobre-impone al sentimiento inicial su propio alcance. Un desequilibrio semejante se traduce por la aparición de una imagen objetiva. Por ejemplo, el uno dona hoy y el otro devolverá algún día próximo, entonces la conciencia elemental unida al acto de donar viene a bordar el sentimiento de ser humano con una imagen particular.

Del equilibrio de lo contradictorio manifestado por el sentimiento puro se pasa fácilmente a esos equilibrios imperfectos dominados por una u otra de las conciencias elementales no contradictorias. La conciencia de conciencia que se resolvía en un sentimiento de sí mismo como pura libertad, se convierte entonces en la conciencia de conciencia particular. Cada vez que la relación de reciprocidad es polarizada por el dominio de uno de los términos aparejados por la reciprocidad sobre el otro, disminuye el mana, dejando aparecer un reflejo de las cosas que las encierra como la cáscara a la almendra. El donador ve la percepción elemental unida al acto del don y que es lo contrario de este acto, es decir aquí en el acto del don la imagen de una adquisición, que emerge del sentimiento de ser como un horizonte de este sentimiento. Desde entonces, el donador tiene la conciencia de acrecentar su ser. Esta adquisición es el prestigio que resplandece tanto más que es el ser mismo el que se difunde en la imagen de adquirir.

¿Cómo se transforma el mana ? Se transforma en cada horizonte que nace a la superficie del sentimiento de sí desde que una iniciativa viene a orientar la relación de reciprocidad. El sentido  (lire la définition) realiza esta orientación. El sentido difiere del ser ya que es el ser donado a una conciencia elemental.

La palabra tiene sentido para el otro como para sí mismo, ya que designa lo que participa del ser en la reciprocidad… [5]. Sin embargo, el sentimiento de ser, el mana, desde el momento en que se representa mediante algo debe conciliar al ser al cual se refiere y la acción o la cosa mediante la cual se revela y que, por ser del orden de la naturaleza, es caracterizado como no-contradictorio. Ese pasaje de lo contradictorio al significante no-contradictorio es la ocasión de una alternativa, ya que lo contradictorio puede traducirse por uno u otro de los dos polos no-contradictorios de los que es el hogar : sea ser unificado, focalizado en el Uno, sea ser dividido, compartido entre Dos.

Dos procesos lógicos pueden ser así comprometidos en la manifestación de la palabra, y conducen el uno a un término único y el otro a dos opuestos que se diferencian el uno del otro, pero que juntos significan igualmente lo que nace en la reciprocidad : unión y oposición. La unión repliega lo contradictorio en su expresión no contradictoria, es la palabra que llamaremos Palabra de unión. O bien la oposición despliega lo contradictorio en lo no-contradictorio inverso, el de la diferencia : es la Palabra de oposición.

Hay dos manifestaciones del ser : encarnarse en uno u otro de los dos polos de la relación de las que él mismo es el corazón, la identidad y la diferenciación, lo heterogéneo y lo homogéneo, lo uno y lo doble… La Palabra de unión se expresa entonces por un solo término (el medio, el taypi, el centro, el eje, la mezcla, lo gris, el corazón). La Palabra de oposición se expresa por la actualización de la diferenciación, que se traduce por una oposición correlativa de dos términos (lo bajo y lo alto, el este y el oeste, lo hacia arriba y lo hacia abajo, la sombra y la luz). Aristóteles llamó oposición correlativa a esta oposición de diferenciación.

El lenguaje es ante todo la exploración de las posibilidades ofrecidas por el desarrollo de esas dos Palabras. El objeto de nuestro estudio es el devenir de estas dos Palabras.

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Pour citer ce texte :

Dominique TEMPLE, "La reciprocidad primordial y el principio de lo contradictorio", Las dos Palabras — Homenaje a Lupasco, 2003, http://dominique.temple.free.fr/reciprocite.php, (consulté le 18 avril 2024).

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Notes

[1] MAUSS, Marcel. “Essai sur le don. Forme et raison de l’échange dans les sociétés archaïques”. L’Année sociologique (1923-24), seconde série, t. 1 ; réédition : Sociologie et Anthropologie, Paris, PUF (1950), 1991.

[2] LÉVI-STRAUSS, C. les structures élémentaires de la parenté, Paris, Mouton (1947), 1967, p. 80.

[3] LÉVI-STRAUSS, C. Antropología estructural, Paris, Plon (1958), 1974, p. 56.

[4] Respetaremos la acepción general que nuestra sociedad da al intercambio : se intercambia una cosa por otra. El intercambio implica un tener, implica también un interés por otro haber, realiza la sustitución de un haber por otro.

[5] Es porque nace de la reciprocidad que el término original le parece al observador tener dos sentidos mientras que nunca tiene más que uno para quien participa de la relación misma.