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El umbral

Dominique TEMPLE | Diciembre 2013 | Traducido por Ayar Portugal

El umbral [1]

¿Uno o dos principios de la economía ? Si son dos, uno oculta al otro ¡Al menos que uno sea descalificado ! La sociedad capitalista reconoce en efecto únicamente el principio de intercambio, y cuando el segundo es evocado, la reciprocidad, sobre todo por medio de la antropología, es inmediatamente interpretada como una forma arcaica del intercambio.

Sin embargo el desafío es enorme : si solo existe un principio, el único escenario es el de explorar todas las posibilidades y descartar aquellas que pongan en peligro el destino del planeta refiriéndonos a las razones éticas que nos serán impuestas por la necesidad. El problema es completamente otro si existen dos principios, pero esta alternativa suscita fuertes reticencias, ¿por qué ?

Cuando Aristóteles define al hombre como animal político, es en lo político que inscribe su manifestación de hombre, pero para él el espíritu (lo político) necesita la vida (el animal). Y nadie, aparte de los místicos, cuestionó este a priori a tal punto que crecimiento, desarrollo, progreso son sustantivos que carecen de complemento. Éste complemento es por supuesto la vida. La reticencia frente a una alternativa es testimonio del miedo de que la vida deje de ser el dinamismo de la actividad humana, ya que todo indica que es su motor natural.

Sin embargo los atributos de la vida (crecimiento, desarrollo, organización, complejización) son también atributos del espíritu. ¿Qué relación entonces entre el animal y lo político ? ¿Es solamente una simple transferencia de competencias ? ¿El uno toma el relevo del otro como su forma más desarrollada, como lo afirma por ejemplo Claude Lévi-Strauss ?

El materialismo biológico, mismo si no predice formas de vida futuras, postula que la organización de nuevas formas más y más competentes en la materialización de la energía es de orden sistémico. El fin de una forma de vida sería posible solamente mediante la invención de una nueva forma. El ser para el nacimiento sería la razón del ser para la muerte. Este optimismo en “la vida que nunca moriría” permite sobrellevar la inquietud aferente a los límites de toda fase del desarrollo económico. Pero disminuye sin embargo frente a la incertidumbre que pesa sobre uno de sus axiomas : ¿Está comprobado que el espíritu es una forma superior de la vida ? ¿Es seguro que haya continuidad entre la vida y el espíritu, y que ambos obedezcan al mismo principio ?

Introdujimos una reserva en la conjunción entre el espíritu y la vida : “aparte de los místicos” : los místicos se preguntan si la energía psíquica no se basa en otro principio que aquel de la vida. La potencia mística necesita en efecto que la vida sea neutralizada por el ascetismo. Admitamos un instante con ellos que la relativización de la vida responde a un nuevo principio, de esta manera aparecería una tercera dinámica : la energía psíquica.

Si el principio de equivalencia entre la materia y la energía es universal, el simple hecho que la materialización y la desmaterialización de la energía sean dinámicas antitéticas sugiere que su relativización mutua produce una resultante que es igualmente su equivalente, y ¿podríamos descartar la hipótesis que esta resultante es el principio de la energía psíquica ?

La relativización de los contrarios (la vida, la muerte) podría entonces producir el sí mismo de todo ser viviente desde el origen. Es ahí sin duda que puede fundarse la idea que la homeostasis es la finalidad del viviente. La vida sería entonces equivalente al hecho que cada especie intenta someter las fuerzas de la física y la vida al mantenimiento del equilibrio – la homeostasis – al que debe su existencia.

Sin embargo, si el equilibrio homeostático fuese el principio de ese en cuanto a sí mismo [2], la vida dejaría de ser omnipotente y libre. Estaría limitada a su entorno en lugar de dominarlo. Ahora bien, la adaptación resulta ser insuficiente puesto que basta que el medio desaparezca, como el hielo para el oso polar, para que la vida ya no tenga futuro. Y entonces el sí mismo de cada ser vivo no tendría esperanza en sí.

Los partisanos de la vida por la vida dan a la vida una importancia decisiva, pero no así a su relativización aun siendo necesaria para que el sí mismo pueda desarrollarse ; no se imaginan que la energía psíquica pueda resultar de la relativización de los contrarios. Sólo admiten dos materias : la materia física y la materia viva. Inmediatamente todos los seres supuestamente inferiores al hombre son privados de cualquier forma de espíritu ya que éste se lo reservan únicamente a la vida del hombre.

Ahora bien, todos los seres vivos están dotados de un sí mismo de naturaliza psíquica, interface entre la vida y el medio físico, que se encuentra desde ya en un estado de desarrollo complejo en los animales, en el cerebro, gracias a las informaciones transmitidas por los órganos de los sentidos y el sistema nervioso : tres materias en consecuencia, ¡la tercera resultando de la relativización de las dos otras !

¿Cómo explicar entonces la confusión entre la vida y el espíritu ? Esta confusión puede comprenderse por el hecho que el conocimiento del mundo físico que la mente [3] provee al ser vivo debe respetar las leyes de la física puesto que la vida depende de ello. ¿Pero por qué el espíritu estaría sometido a la vida ? ¿Su ideal no consiste acaso en liberarse de toda dependencia ?

El sí mismo dispone por esa razón de un concurso decisivo. Aristóteles observaba que un tipo de benevolencia caracterizaba todos los miembros de una misma especie. El sentimiento de benevolencia, al origen de la philia, puede ser declarado natural. La reciprocidad de benevolencias es entonces una estructura independiente de toda determinación particular. Puede ser definida como universal. Ella crea entre los miembros de una misma especie la pertenencia a una referencia común. Es la definición de prójimo de Aristóteles.

La biología confirma la observación del filósofo demostrando que la reciprocidad se manifiesta en numerosas especies animales como la matriz de su ser común, quienes pueden desde entonces superar las barreras de la selección natural.

En la reciprocidad, los dos dinamismos de la materialización y de la desmaterialización de la energía que engendra el yo de un ser vivo están entrecruzados con los mismos dinamismos que engendran el yo del prójimo, de manera que su resultante les es común. La relativización de la vida necesaria para la realización del yo asegura la emergencia de entre los seres vivos de un sí mismo común reflexionado sobre él mismo y que dispone no solamente de su autonomía sino de su propia iniciativa : la consciencia.

¿Cuál es el destino de la vida según la reciprocidad ?

Digamos nuevamente que la condición necesaria o previa para la construcción de la ciudad ideal es el nacimiento de una consciencia común o de referencia para todos, gracias a la reciprocidad. Esta génesis implica la relativización de la vida, y por consiguiente de todo sistema que pretende fundarse sobre la competición o el libre intercambio, así como de todo sistema que inmovilizaría la vida bajo su yugo (el colectivismo por ejemplo).

Pero como la vida es necesaria para esta relativización, ésta debe desde entonces crecer tanto como le es posible. Para que la mente pueda desplegarse, si es cierto que procede de la relativización de la vida, todavía faltaría que la vida trascienda toda condición que la paralizase y que transgreda sus límites.

El temor de la alternativa frente al sistema económico actual no tiene por lo tanto razón de ser. Éste resulta de un análisis que limita la economía a la selección natural. Esta ideología ignora la relativización de contrarios como el principio de la energía psíquica ; hace obstáculo a la singularidad de todo ser vivo (el yo) y a la reciprocidad (al seno de las especies y a veces entre ellas) como la matriz de la consciencia. Ese materialismo miope se niega a cruzar el umbral entre la naturaleza y la cultura, que la antropología no cesa de mantener : la reciprocidad es en efecto el principio-umbral de estructuras sociales que permiten absolverse de la competición vital.

Es tan importante romper con el libre intercambio de individuos aferrados a su ideal del yo como lo es romper con el intercambio colectivizado ; el individualismo y el colectivismo restringen las relaciones de reciprocidad que sostienen la génesis de la consciencia común y la libertad de cada uno. Y como el colectivismo ha sido denunciado como un obstáculo a la consciencia, sólo falta denunciar el liberalismo económico, pero también interpretar la economía a partir del principio de reciprocidad  (lire la définition) .

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Notas

[1] Título original « Le seuil », difundido por Internet en Diciembre del 2013 por Dominique Temple y disponible en línea http://dominique.temple.free.fr/rec...

[2] El término original es “quant à soi”, “quant à” significa “en lo que aquello – el “soi” – respecta”.

[3] El término original es “esprit”, que igualmente significa “espíritu”.