Glosario

Superior

La revue du M.A.U.S.S. 2e semestre, N° 12, Paris, 1998.

Teoría de la reciprocidad, La Paz, Padep-gtz, 2003.

El Principio de lo contradictorio y las estructuras elementales de la reciprocidad

El Principio de lo contradictorio y las estructuras elementales de la reciprocidad

Dominique TEMPLE | 1997

El principio de antagonismo de Stéphane Lupasco y la idea de conciencia elemental

« La materia contiene en potencia los contrarios », dice Aristóteles en su Metafísica :

« Así, tres son las causas, tres son los principios : dos constituyen una pareja de contrarios de los cuales uno es definición y forma, y el otro privación, el tercer principio es la materia. » [1]

Esta materia primordial, indeterminada, fue devuelta al sitio de honor por la física cuántica. Los descubrimientos de Planck, Einstein, de Broglie, etc. revelan que la estructura fina del universo ni es continua ni discontinua, sino capaz de manifestarse como ora continua ora discontinua según la experimentación que la mide. Además, ningún fenómeno puede alcanzar una no-contradicción absoluta. Está siempre ligado por un quantum de antagonismo a su contrario. Las relaciones de Heisenberg ilustran este límite. Bohr propuso que las medidas, por las cuales se puede dar cuenta de la naturaleza de las cosas, sean llamadas complementarias (principio de complementariedad de Bohr) [2].

Stéphane Lupasco propuso otro principio, el principio de antagonismo  (lire la définition)  : todo fenómeno que se actualiza va aparejado a un anti-fenómeno que se potencializa [3]. Entre las “actualizaciones-potencializaciones” antagonistas aparece una tercera polaridad, la de lo contradictorio  (lire la définition) .

En los acontecimientos “contradictorios en sí mismos”, toda actualización es como aniquilada. Toda materia o energía parece borrarse. En su lugar, nace lo que los físicos llaman la energía del vacío, el vacío cuántico. Igualmente, toda potencialización es aniquilada por su contrario.

Lupasco interpreta desde entonces la potencialización como una conciencia elemental  (lire la définition) . En lo contradictorio, las conciencias elementales se relativizan y se anulan la una a la otra para ceder el sitio a una conciencia de conciencia. La energía del vacío puede ser ella misma tratada como una conciencia de conciencia primitiva.

El principio de lo contradictorio y la afectividad. De las conciencias elementales a la conciencia afectiva

Si las conciencias elementales se relativizan totalmente, lo que es en sí contradictorio no tiene horizonte ni límites. ¿Qué estatuto acordar a ese momento contradictorio, sino aquel de la “libertad”, una libertad pura, ya que ha sido desposeída de toda finalidad fuera de sí misma ? Esta libertad no es la libertad de hacer o no algo, sino una liberación de la conciencia de conciencia frente a las fuerzas de la naturaleza puestas en juego para hacerla nacer.

Esta libertad sería sin duda una experiencia de la nada si no se experimentara a sí misma como la afectividad. Y bien, una libertad tal, sin relación con nada que no sea ella misma, tiene necesariamente el carácter de lo absoluto.

Que lo contradictorio sea la matriz del absoluto, he ahí algo que es generalmente ignorado ya que la manifestación de un sentimiento puro de libertad se aparece a sí mismo como su propio origen. Llamaremos conciencia afectiva  (lire la définition) a la revelación de la conciencia a sí misma [4].

La teoría de Stéphane Lupasco permite pues unir toda materia biológica y toda energía física cada una con una conciencia elemental, al mismo tiempo que nos permite también relacionar la conciencia de conciencia al universo y, en fin, situar la afectividad en el corazón de toda conciencia de conciencia.

Si el antagonismo se acrecienta a despecho de sus polaridades no-contradictorias, esta conciencia de conciencia se despliega. Si una de las polaridades no-contradictorias no se borra completamente, aparece como el horizonte de esta conciencia de conciencia que ella define unilateralmente. Llamaremos a una tal conciencia de conciencia una conciencia objetiva  (lire la définition)  [5].

Partiendo de esas premisas, buscamos conocer las matrices de reciprocidad de la Conciencia y comprender cómo esta Conciencia puede liberarse de las fuerzas que le dan nacimiento.

El principio de reciprocidad y el principio de lo contradictorio

Si la experiencia de lo contradictorio queda como la de una confrontación de lo viviente con la muerte en la cual la vida domina a la muerte, la conciencia de conciencia que resulta es inmediatamente enfeudada al devenir de lo viviente en el cual nació. La conciencia afectiva se reduce a un sentimiento de la existencia, efímero y frágil. El animal que aprecia su perímetro de seguridad, inmóvil entre la perspectiva de la fuga y el reposo, el animal al acecho, tiene el sentimiento de una existencia libre de toda determinación, pero un sentimiento casi siempre inmediatamente sobrepasado por la actualización de la vida. Esta afectividad queda raramente en sí misma y cuando ello se produce se condensa sin poder desplegarse y se fija en la angustia. Para escapar a la obligación biológica sería necesario que lo contradictorio pueda desplegarse fuera de las estructuras biológicas. Es la ocasión que le ofrece la reciprocidad.

Desde que lo contradictorio nace de la reciprocidad, la afectividad es compartida. Es experimentada como un sentimiento de lo absoluto pero superior al sentimiento de la existencia propia a cada uno. Ella se llamará “humanidad”. Al contrario del sentimiento de sí en el animal, el sentimiento de humanidad no es reductible a cada uno de nosotros, ya que está determinado por la existencia del otro.

En la naturaleza, el hecho de actuar y el de padecer están separados, el predador, por ejemplo, no es al mismo tiempo predador y presa. Pero la relación de reciprocidad  (lire la définition) permite que cada uno de los partícipes que ella une, sea a la vez agente y paciente, es decir, la sede de dos conciencias biológicas antagonistas, la del predador y la presa, la de alimentar y ser alimentado… Y desde que ellas están unidas por la reciprocidad, las conciencias objetivas – aparejadas a los dinamismos de actuar y de padecer – están a su vez ligadas la una a la otra por el mismo antagonismo sin que éste sea enfeudado a la vida. Los mitos cuentan a menudo que los animales y las plantas fueron seres humanos que no supieron mantenerse en la matriz de la reciprocidad y que degeneraron bajo la empresa de lo que llamamos lo no-contradictorio, es decir cada vez que las conciencias elementales se hicieron dominantes en relación a su antagonismo hasta el punto de ser inconscientes de ellas mismas.

El principio de reciprocidad y el sentido

Los estados intermedios entre las conciencias elementales y la revelación de la conciencia a sí misma, son conciencias de conciencias tales que una de las dos conciencias elementales en juego domina a la otra. De dos conciencias elementales antagonistas, la que domina aparece alrededor del sentimiento que nace de su antagonismo con la otra. La hemos llamado conciencia objetiva. Y bien, las conciencias de los partícipes de una relación de reciprocidad están unidas por la misma estructura contradictoria. Lo “contradictorio” se nos aparece en el corazón de la conciencia de conciencia como el hogar del sentido  (lire la définition) mientras que la polaridad no-contradictoria en la potencialización le da la objetividad. Pero éstas obedecen entonces a reglas estrictas.

Por ejemplo en numerosas lenguas lo activo y lo pasivo (matar y ser matado, dar y recibir, alimentar y ser alimentado) se expresan por el mismo término llamado “ambivalente”. Ninguna confusión tiene lugar mientras los interlocutores participan de una estructura de reciprocidad  (lire la définition) cada uno en una situación inversa a la del otro. Fuera de tal contexto, un afijo es necesario para precisar la acción de cada uno. Pero en la reciprocidad misma la Palabra no tiene necesidad de él en tanto que recibe su sentido a partir de la relativización de las dos conciencias elementales del actuar y el padecer.

Otro ejemplo : ya que en la reciprocidad la objetividad, que nace en el horizonte del sentimiento de uno de los dos participantes, es la inversa de aquella que nace en el horizonte del sentimiento del otro, cada conciencia objetiva es lógicamente definida por lo que caracteriza la realidad del otro. Así, el sentimiento de sí es percibido por el donador como adquisición, el prestigio, mientras que aquel que adquiere el don lo percibe como pérdida : “pierde la cara” [6]. Para cada uno de los participantes de la reciprocidad, la conciencia dominada se convierte a su vez en dominante cuando su posición se invierte, por ejemplo, cuando el donador se convierte en donatario. Las dos conciencias objetivas antagonistas se metamorfosean entonces la una en la otra cuando los participantes invierten su papel.

No se puede tener la conciencia de adquirir prestigio cuando se da sin tener, a su vez, la de “perder la cara” cuando se recibe, ya que la reciprocidad significa la alternancia o la simetría de la posición de cada uno.

Así se aclara la obligación que Mauss había remarcado para cada una de las prestaciones en relación con su opuesto : para el donador, la necesidad de recibir, y para el donatario, la obligación de donar. Esta obligación no es otra que la eficiencia del sentido que se impone a los dos participantes de la reciprocidad. Donar se concibe al mismo tiempo que recibir, y recíprocamente. La obligación mayor de la reciprocidad, la obligación de devolver, es la obligación del sentido para las dos prestaciones de donar y recibir.

La “metamorfosis” y el “sacrificio”

El sentimiento puro de toda conciencia de conciencia requiere la metamorfosis completa de las conciencias elementales movilizadas por la reciprocidad, una metamorfosis que no es, sin embargo, destrucción : las conciencias elementales son llamadas a “neutralizarse” para dar vida al ser. Todo lo que entra en el ciclo de la reciprocidad se convierte en material de la conciencia humana, material de la revelación  (lire la définition) y sirve a producir el sentido [7] mientras que lo que le queda exterior permanece como “caos de los orígenes”.

Esta transformación es descrita en ciertas tradiciones como la metamorfosis de las fuerzas ciegas de la noche primitiva en la luz del día, y como la transformación de una conciencia confusa en sabiduría. La naturaleza que está comprometida en la relación de reciprocidad es llamada entonces humana, por ejemplo, la tierra nutricia como “madre”. A veces los animales mismos son postulados como humanos, ya que entran en el ciclo de la reciprocidad. Para los amerindios del norte, los hombres-salmón que viven en el océano ofrecen cada año peces-salmones a los hombres de la tierra.

Que la metamorfosis sea la consumación de las fuerzas ciegas de la naturaleza en la aparición de la conciencia humana, es eso lo que pone en escena lo imaginario de los hombres con el “sacrificio”.

Los frutos, los animales, el niño mismo – que no habla – el prisionero o el esclavo significan la naturaleza que debe ser sacrificada para que nazca el espíritu (que habla). La eficiencia de este espíritu, la gracia, sustancia afectiva, neutra, presencia irreductiblemente otra, no puede venir de ninguna otra parte que del más allá de la naturaleza, por tanto : del “misterio”.

En muchos rituales, la llama y el humo representan la inmaterialidad del espíritu. La llama simboliza la afectividad, ya que produce una sensación de calor, aunque también simboliza la iluminación de conciencia de conciencia, ya que aclara. Las cenizas y el humo recuerdan las huellas de la naturaleza puesta en juego. Pero el es también un vapor que se convierte en el agua del cielo, asociada a la idea de una gracia que cae de lo alto, refrescante y fecunda. Captado en el aliento del hombre, puede ser comunicado a otro como significando la vida espiritual. En diversas sociedades de tradición oral, por ejemplo las sociedades de la Amazonía, el ritual impone al hombre-sacerdote que éste llene sus pulmones de humo y que lo transmita a los miembros de la comunidad (a veces a sonajeros-calabazas que sirven de tabernáculos). El sacerdote capta el espíritu en nombre de toda la comunidad reunida para el sacrificio, luego lo redistribuye en forma de palabras sagradas. La reciprocidad pone en juego las actividades de la vida. El cuerpo es sufrimiento del sacrificio. Y en él se produce la metamorfosis, la alegría de la “revelación”. No es mortificado sólo para que se engendre el espíritu, es iluminado por él y se convierte en un significante, el significante primero del ser hablante. El cuerpo es transfigurado por la revelación.

La desnudez de los primeros hombres testimonia de ello ; ella no es pobreza sino transparencia ante la evidencia de lo sobrenatural. Y muy pronto, los hombres subrayan sobre sus cuerpos los trazos de la vida espiritual : el adorno. El adorno es el rostro de gloria de la humanidad naciente y es ya una primera palabra.

Pero la reciprocidad no sólo es la matriz de la conciencia afectiva, es también la matriz de las conciencias objetivas y la palabra, a su vez, nombrará a cada una de las conciencias.

La reciprocidad bilateral

La conciencia humana es conciencia de ella misma y por ello es, para cada uno, conciencia de sí aunque es simultáneamente para sí la del otro ya que nace de la confrontación de las conciencias elementales del uno y el otro. Tal advenimiento que hemos llamado “revelación” nadie lo experimenta antes del encuentro con el otro. Ya que nace entre el uno y el otro ; no pertenece a nadie y es recibido como una pura gracia. Esta revelación anima al hombre como el rayo de sol lo calienta o la lluvia fecunda la tierra.

No obstante, ella encuentra inmediatamente un rostro en los rasgos del frente a frente. Cada uno es para el otro el espejo de su advenimiento. En la mirada del otro se ve efectivamente un sentimiento que uno mismo experimenta pero que, para ser común a sí y al otro, se nombrará de la misma forma para el uno y el otro. Así para la Conciencia, el otro no es solamente el mediador del sentimiento de humanidad, es también el espejo de la revelación. Desde que encuentra un rostro para acogerla y transmitirla, la afectividad de la revelación se transforma en “amistad”.

El compartir

Pero el encuentro con el otro, en el cara a cara singular, no es la única relación interactiva que pueda ser la sede de la revelación. Cada uno puede confrontar su individualidad a la identidad colectiva o confrontar la identidad colectiva que comparte con sus prójimos a la individualidad de los otros. Todos para uno, uno para todos, este frente a frente es el compartir, por ejemplo, el pacto de sangre de los guerreros que van a la guerra.

Ningún centro particular define la unidad de la comunidad suscitada espontáneamente por la necesidad, por ejemplo la de construir la casa de los jóvenes esposos u organizar una gran caza o una incursión guerrera. La persona más competente del momento se convierte en la referencia de todos. El centro es nómada y efímero. La comunidad no es una totalidad homogénea sino contradictoria ya que cada uno ha de oponer su diferencia a la identidad colectiva. Por el compartir se engendra la “confianza”.

La reciprocidad ternaria

La reciprocidad ternaria unilateral

Desde los orígenes, se ve aparecer otra relación que es también una matriz de conciencia de conciencia : una estructura en la que cada uno está en una situación intermedia entre otros dos, por ejemplo, al recibir de un donador y donando a otro. Hacen falta por lo menos tres participantes para construir esta estructura. Para cada participante, la situación parece idéntica a la de la reciprocidad del cara a cara. Las dos percepciones antagonistas del dar y recibir, para guardar el ejemplo de la reciprocidad de los dones, siempre dan nacimiento a un resultado “contradictorio”, hogar de la prueba afectiva del sentido de dar y recibir.

Precedentemente, el sentimiento venía al hombre como desde un afuera, era “revelado” : el hombre era la sede de él, luego : portavoz. En la reciprocidad ternaria, cada participante se encuentra siendo la sede de lo contradictorio sin un cara a cara con el otro, estando éste otro separado en dos participantes distintos y opuestos : un donador y un donatario, por ejemplo. Su donador le parece no-contradictorio (exclusivamente donador), igualmente su donatario (ya que exclusivamente donatario). Ninguno de los dos puede hacer el papel de espejo para el sentimiento nacido de lo contradictorio. Esta vez, la estructura de reciprocidad obliga a la revelación a afirmarse sin la inmediata confirmación de la manifestación del otro.

La conciencia de sí no es pues la misma según la matriz que le da vida. En la reciprocidad binaria nace de la inter-acción entre el uno y el otro, en la reciprocidad ternaria la conciencia humana aparece como un fenómeno de “individuación del ser”. El individuo está sumergido ciertamente en una relación de reciprocidad generalizada, pero lo que es contradictorio en sí se urde en él y no simultáneamente en él y el otro.

El ser que resulta de ello no puede experimentarse sino a partir de su propia manifestación, es decir creándose como “interioridad” del individuo. No tiene para reconocerse sino el eco de su propia palabra. La palabra le parece entonces su “propia fuente”.

Sin embargo, la revelación sólo se interioriza con la condición de que cada uno sea incluido en una relación con el otro que implica a todos los otros. El individuo no puede contravenir las obligaciones de dar y recibir so pena de que los otros no puedan ni dar ni recibir y que todos dejen de ser la sede de su conciencia de conciencia. La estructura que permite la individuación desaparecería inmediatamente. La auto-producción de sí esconde un secreto en el corazón de su interioridad : el secreto de la estructura generalizada, que se manifiesta como el respeto a todo otro. Un sentimiento tal es el de la responsabilidad  (lire la définition) . Cada uno se ha convertido, gracias a la relación ternaria, en responsable por todos.

La reciprocidad ternaria y la muerte

La Tradición a menudo pone en primer plano una relación ternaria diacrónica entre los vivientes, el más anciano del linaje y los difuntos. En África, un deceso es la ocasión para celebrar las bodas de la vida y la muerte. La exposición de un difunto, los ritos funerarios, orquestan ese movimiento privilegiado para tratar de prolongarlo. El más anciano por edad está invitado a convertirse en la sede de la confrontación de la vida y la muerte y por ello de la conciencia de conciencia que se traduce por el sentimiento de la existencia humana. Es llamado la cabeza, la sede de la conciencia y el guardián de la ética. Es muy respetado y dispone de la mayor autoridad. Pero, como es la muerte la que al relativizar la vida lo hace acceder a esta conciencia suprema y como la muerte está representada por los difuntos, se dice que recibe la vida espiritual de los ancestros.

La Tradición subraya también el papel de la reciprocidad ternaria en la Filiación. Toda mujer, por ejemplo, para ser aún hija de su madre mientras que ya es madre de su hija, es la sede de conciencias biológicas antagonistas y, consecuentemente, matriz de lo “contradictorio”. Pero los mitos otorgan al significante materno un papel mayor en la génesis, sin duda porque lo “contradictorio” está ligado al nacimiento. Cuando la mujer da a luz, en efecto, a menudo atraviesa la muerte para dar la vida. La madre es el significante que la naturaleza privilegia, no para decir el origen de la conciencia, papel que parece más bien devuelto a los ancestros, sino para decir el “nacimiento” siempre recomenzado en la espontaneidad de la creación.

La reciprocidad ternaria bilateral donde aparece la justicia

La estructura ternaria puede ser unilateral o bilateral. Cuando es bilateral  (lire la définition) somete el sentimiento de responsabilidad a una nueva obligación. Por ejemplo, la de equilibrar los dones que vienen por un lado con los dones que van en sentido inverso.

El objetivo del donador, en la estructura de reciprocidad ternaria unilateral, es el de dar lo más posible, ya que cuanto más da tanto más engendra el lazo social. En la reciprocidad ternaria bilateral, el que se encuentra entre dos donadores debe reproducir el don del uno y el del otro de forma apropiada. Una preocupación tal es la de la “justicia”.

La reciprocidad centralizada o redistribución

Pero también es posible que intervenga un intermediario no sólo entre dos otros, sino entre todos los miembros de una comunidad. En las sociedades de reciprocidad, en las que domina esta forma de reciprocidad ternaria centralizada, el intermediario se convierte a la vez en sacerdote, en tanto que mediador de la afectividad común, en rey, en tanto que responsable de la redistribución, y en juez supremo ya que solo él puede tomar las decisiones que se imponen a todos.

Las competencias de los unos y los otros sufren, entonces, importantes transformaciones. Los donadores ya no tienen lazos directos entre sí, sino sólo lazos mediatizados por el centro de redistribución de la comunidad. El sentimiento, engendrado por una relación tal, es la gracia religiosa, para cada uno un lazo cuyo imaginario no le pertenece, al no ser nadie fuente de la palabra, aparte del que hace el papel de intermediario. Uno solo habla y dice la verdad por todos.

Aparecen nuevos valores. La confianza ya no es nómada ni espontánea como en las sociedades en las que domina el compartir, aquí se convierte en obediencia.

Pero ninguna sociedad da la preeminencia a una estructura de reciprocidad de forma exclusiva. La centralización de la redistribución, que podría conducir al despotismo, es temperada generalmente por un reparto de responsabilidades.

Conclusión

El sentimiento de libertad de la conciencia de conciencia pura se convierte en la amistad en el frente a frente, la confianza en el compartir, la responsabilidad, la justicia en las estructuras ternarias...

Cada estructura elemental de reciprocidad produce entonces un valor particular. El ser es irreducible a una sola esencia ya que está ligado a sus condiciones de existencia : la amistad no se reduce a la justicia, y la justicia puede ignorar el rostro del otro ; la individuación del ser conduce a la responsabilidad en una relación de reciprocidad segmentada, y a la obediencia en una relación centralizada.

Para vivir esos valores diferentes, hay que participar de sus matrices respectivas. Y lo que está en juego en las instituciones políticas es conciliar esas matrices en el mejor sistema posible.

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Superior


Notas

[1] ARISTOTE, La Métaphysique, Paris, éd. J. Vrin, 1962.

[2] Cf. TEMPLE, D. “Textos anexos a la tesis de Las dos Palabras” : 1. De la física a la antropología.

[3] LUPASCO, S. Le principe d’antagonisme et la logique de l’énergie, Paris, Hermann, 1951.

[4] La conciencia afectiva resulta de una orientación de las fuerzas puestas pendientes para producirla al revés de la que conduce a la conciencia objetiva hacia lo contradictorio, la segunda hacia lo no-contradictorio. De esta diferencia de orientación procede la antinomia entre conocimiento y afectividad. Las sensaciones, las percepciones, las imágenes, etc. del sentido común se presentan bien como intermediarios entre estas dos polaridades opuestas, pero es difícil de sistematizar su lógica. Para eso, los científicos, que buscan el conocimiento puro, y las místicas que buscan la afectividad pura tienen hábito de desafiar los unos las referencias de los otros. La poesía sin embargo pone de manifiesto que la verdad les pertenece mitad a los unos mitad a los otros.

[5] Para la teoría de la conciencia a partir de la Lógica de lo contradictorio, cf. Stéphane LUPASCO, Du devenir logique et de l’affectivité, vol. 1 Le dualisme antagoniste, vol. 2 Essai d’une nouvelle théorie de la connaissance, Paris, Librairie J. Vrin (1935), 1973.

[6] El sentimiento de humanidad nacido de la reciprocidad tiene por horizonte objetivo la conciencia elemental conjunta a la actualización dominante. Es ella que se convierte en el horizonte de la conciencia de conciencia que hace de esta conciencia de conciencia una conciencia objetiva. Por ejemplo, dar es conjunto a la conciencia elemental recibir. El ser social, contenido en la relación de reciprocidad de los dones, se representa como una conciencia de recibir para el que da, lo que se traduce como adquisición de prestigio. Dando se adquiere del prestigio.

[7] LÉVY-BRUHL percibió que en las sociedades donde están en vigor las prestaciones de reciprocidad total, los hombres comprenden el mundo por este que nombra la categoría afectiva del sobrenatural que asimila a un sentimiento místico. Pero no concibe esta relación espiritual como producido por una estructura de reciprocidad comuna a prestaciones diferentes. Se obliga pues a hacer intervenir un vínculo (de participación) entre el espíritu y las cosas, de lo que hace una característica de el alma primitivo.