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juin 2010

4. La expresión de lo contradictorio

Dominique TEMPLE

El primer drama de la humanidad : ¿cómo la palabra, en tanto actualización no-contradictoria, puede dar cuanta de un sentimiento que es la expresión de lo contradictorio ?

La solución de Claude Lévi-Strauss : el principio de oposición

He tratado de orientar nuestra reflexión sobre la cuestión de la reciprocidad y les he propuesto definirla como la situación contradictoria que la reciprocidad engendra por cada uno de los participantes. Y bien, esta situación no queda allí, pues la palabra, que le permite ir más allá, es una nueva acción que obedece a la lógica de no-contradicción, so pena de no ser escuchada por el otro. Hay, pues, un enigma ahí : ¿cómo un sentimiento, cuyo carácter absoluto traduce el hecho de que él es la realidad de una situación en sí misma contradictoria, puede ser llevado a otro por un vector en sí mismo no contradictorio ?

Claude Lévi-Strauss ha propuesto una teoría de la reciprocidad que aporta una primera solución a este enigma.

Imaginemos que el interés privado sea primero : la solución para hacerse de algo, que no nos pertenece, es la tomarlo. Pero si el otro defiende esa cosa, entonces debemos correr un riesgo mortal. Se impone la solución del intercambio. Sin embargo, ante cualquier cosa que yo pueda proponer en intercambio por el bien deseado, el otro no puede sentirse satisfecho, ya que bien puede ocurrirle que él no pueda encontrar el bien que se le pide ceder. El mismo principio, según el cual cada uno no puede desear sino lo que el otro posee para poseerlo a su vez, le impide ceder el suyo de forma definitiva. La solución es, entonces, que aquel que reciba se comprometa a devolver lo mismo cuando las situaciones se hayan invertido de lado a lado (lo que, dicho sea de paso, exige la espera, una prenda : lo que está, en la teoría de Lévi-Strauss, en el origen de la moneda).

La reciprocidad, aquí, no es más que una regla que establece una igualdad de derecho sobre un valor objetivo. Esta regla se aplica a los intercambios, de tal suerte que un intercambio en un sentido sea compensado por un intercambio idéntico en sentido inverso. La reciprocidad es la modalidad de los intercambios que asegura que la paz sea preservada sistemáticamente, hasta el punto de que Lévi-Strauss concluye que la cuestión de la reciprocidad es un intercambio entre la necesidad de seguridad y los bienes deseados por otro. Explica incluso la poligamia como un intercambio entre la seguridad ofrecida por un guerrero poderoso y las mujeres a las cuales sus protegidos tendrían derecho en una relación de reciprocidad equilibrada.

Esta tesis no es nueva. Hobbes decía más o menos lo mismo. Pero Lévi-Strauss va más lejos. Observa que cuando el hombre busca una esposa, encuentra la oposición del extranjero, que no le cede su hermana fácilmente, y que la mujer deseada se convierte, al mismo tiempo, en el objeto de un deseo prolongado y, a la vez, en el motivo de un temor igualmente pronunciado, una situación que recuerda a una situación contradictoria.

Entonces dice Lévi-Strauss, se trata de romper esta situación mediante una solución no-contradictoria ; he aquí lo que propone : la palabra declinaría lo contradictorio por una oposición entre dos términos (aquí hermana-esposa), que es una oposición correlativa, es decir, no-contradictoria. Los dos términos correlatados son, en efecto, reales y complementarios como lo bajo y lo alto, el este y el oeste, lo claro y lo oscuro.

Estos términos pueden, desde ahora, intercambiarse siempre y cuando sus intercambios sean recíprocos. ¿Por qué recíprocos ? Porque si la palabra de oposición sólo define dos términos correlativos, esa es la única forma de realizar la igualdad entre dos .

En lo que se llama el intercambio matrimonial, es necesario que un hombre y su hermana tengan frente a sí a un hombre y su hermana (o hija, por cierto).

Queda, sin embargo, que si la función simbólica separa lo que es contradictorio en una oposición cuyos términos parecen legítimos para quien habla al otro, es necesario que esos términos sean legítimos para ese otro. Por ejemplo, si digo “tu hermana es mi esposa”, es necesario que entiendas. Pues, cuando digo “tu hermana” defino sólo para mí la alteridad a partir de la que se constituiría la reciprocidad.

Esta alteridad, responde Lévi-Strauss, ya está presente en el interior de la conciencia individual de todos los hombres, como una huella. El principio de oposición sería innato. La diferenciación de la que atestigua el principio de oposición es, en efecto, el principio de la vida. Imaginando que, a cada progreso de la vida, emergen facultades nuevas, es posible que, a cierto nivel de complejidad muy elevado de lo viviente, el principio de oposición sea ya no un acto de diferenciación de lo viviente, sino un acto de lo viviente que permita incorporar al otro en su devenir.

Pero ¿qué se reconoce del otro en esta huella predeterminada ? La alteridad, que ella autoriza, plantea la cuestión : ella no significa la presencia del otro como co-fundadora de una relativización entre dos individuos para que emerja entre ellos una resultante común. La huella predetermina lo que se llama alteridad, ya que el otro está, a priori, correlatado a su opuesto, que se puede llamar, más exactamente, complementariedad (por ejemplo, macho-hembra).

Desde entonces, entre dos asociados no podrá haber intercambio sino de aquello que se amolde a la huella ofrecida por cada uno. La complementariedad macho-hembra se presta a esta tesis, e induce a la idea del intercambio de mujeres.

Según Lévi-Strauss, la palabra propone una definición no-contradictoria de lo que es contradictorio (la mujer como esposa y como hermana). Pero ese principio de oposición requiere inmediatamente una regla para autorizar y generalizar el intercambio, ya que sino éste iría en un solo sentido. Esta regla psicológica es la regla de reciprocidad. El intercambio une, pues, naturalmente la regla de reciprocidad a la cual conduce la oposición hermana-esposa.

Así, la regla de reciprocidad anterior al intercambio se convierte en su condición necesaria. La tesis de Lévi-Strauss innova pues, en relación a la de sus predecesores, que veían en la reciprocidad una generalización del intercambio-don y la definían así como la simple simetría del intercambio-don.

La tesis de Lévi-Strauss propone la siguiente secuencia :

1) El interés

2) una situación contradictoria creada por la confrontación (fortuita) de intereses,

3) la palabra en tanto que principio de oposición que acaba de aportar una solución no-contradictoria a una situación contradictoria (insostenible),

4) la reciprocidad en tanto que regla psicológica única,

5) que permitirá el intercambio pacífico de valores definidos de forma no-contradictoria.

Retendré de esta tesis :

- que es entonces la palabra la que viene a darle una salida al sentimiento contradictorio

y que,

- esto contradictorio nace de un equilibrio en el que los hombres están frente a frente en una situación de reciprocidad inicial.

¿Por qué el hombre trata a la mujer como objeto ?

Según Lévi-Strauss, la mujer sería originalmente un valor y se ofrecería al hombre como una manzana : de su uso se sacarían la facilidades o favores o ventajas que la harían indispensable.

En cuanto al sentido del valor, éste queda vago, ya que cada uno lo entiende a su manera : para ciertos etnólogos, se trata de una fuerza de trabajo ; para otros de una ocasión de goce sexual ; para otros de una fuerza de reproducción de la fuerza de trabajo ; para otros de la condición necesaria de la reproducción de sí idénticamente, etc. Y no es evidente que, entre grupos distintos, los usos sean los mismos. Pero, en fin, la teoría del intercambio de las mujeres sin duda puede sostenerse.

Que la mujer sea considerada como lo que está en juego en la especulación de los hombres plantea, sin embargo, un problema de fondo, bien visto por Francoise Héritier, que se pregunta por qué razón el hombre dispondría de la mujer como un objeto, mientras que la mujer estaría desprovista de esta misma competencia. Recusando que la fuerza física pueda ser el motivo del emprendimiento del hombre sobre la mujer, Françoise Héritier avanza la idea de que la mujer, que alumbra a los dos sexos, dispone de una superioridad natural sobre el hombre, constreñido a respetarla como generadora. A partir de ahí, la madre se convertiría en la apuesta por del deseo de posteridad del hombre [1].

Crítica a la tesis de Lévi-Strauss

La tesis de Françoise Héritier no me parece salvar la de Lévi-Strauss, ya que ese deseo de identificación del hombre con su descendencia, si se confirmara, entraría en conflicto con la obligación de promover lo diferente por la prohibición de lo mismo.

Por otra parte, si se acepta esta idea de que el hombre tiene esta voluntad de identificarse a su posteridad, uno se pregunta por qué la mujer no haría lo mismo, reduciendo al hombre a objeto de intercambio.

La antropología china ha mostrado que en ciertas sociedades no hay dominación de los hombres sobre las mujeres : la situación es, incluso, hasta tal punto paradójica, que el intercambio, de haberlo, debería ser imputado a las mujeres [2].

La regla de reciprocidad no se aplica de forma universal en beneficio de los hombres. Hay que salir, pues, de este marco del intercambio de mujeres para que el mismo principio de intercambio pueda decirse universal y constituir el umbral de la naturaleza y la cultura para todas las sociedades humanas.

Sin embargo, la tesis de Lévi-Strauss alarga el concepto de intercambio, ya que si Lévi-Strauss considera a la mujer como el primero y más precioso de los bienes que motiva el intercambio, ese bien precioso no es el único. La extensión de la tesis del intercambio a todos los valores de uso y a las palabras que los designaban, relega a discusiones secundarias las observaciones precedentes.

Para escapar a la crítica, basta, en efecto hacer referencia a la tesis de Mauss sobre las prestaciones totales, en las que los dones no sólo son objetos sino símbolos, palabras silenciosas que se intercambiarían todas de la misma forma.

Las cosas serían intercambiadas, luego las cosas con sus prendas y, finalmente, sus símbolos entre sí. Lévi-Strauss estima que las palabras mismas fueron originalmente tratadas como valores de uso y, por tanto, donadas.

Como cada palabra es una designación arbitraria, ya que aparece para resolver una situación fortuita e insostenible, hay que imaginar que grupos humanos de potencia relativamente igual tomen la costumbre de encontrarse para intercambiar y que, en el curso de esos encuentros, las palabras propuestas por los unos o los otros, para sobrepasar las situaciones contradictorias, acaben por ser aceptadas por los unos y los otros… Entre grupos humanos, tales intercambios permitirían construir un lenguaje común. Puede decirse que la palabra-objeto sucede a la mujer-objeto.

¿Pero es cierta esta historia ? Por lo que hace al lenguaje, puede que difícilmente. En efecto, hay que reducir la función simbólica a la función de nombrar cosas y sentimientos. La palabra, aquí debería esposar cada cosa. Y las cosas designadas deberían existir, sino ¿cómo podrían ser objetos de codicia ?

Es probable que no sería posible separar la reciprocidad del intercambio, si el lenguaje, en el origen, no hubiera tenido por objeto más que el de designar las cosas que existen. La función de la palabra no podría distinguirse de una función de intercambio, ya que las palabras serían sustitutos de las cosas.

A tantas palabras, tantas cosas ; existiría un paralelismo entre las cosas y las palabras. Esta teoría del lenguaje existió, es cierto, en la Antigüedad : creo que era la de Antístenes. La tesis de Lévi-Strauss pone en juego, entonces, la cuestión de la función simbólica.

Antes de encarar el debate sobre esta cuestión, quisiera subrayar la importancia de la teoría de Lévi-Strauss.

La importancia de la teoría de Lévi-Strauss

La economía política occidental ha postulado, desde su origen, que el interés privado era la razón de la economía. Observa inmediatamente que la competencia de intereses puede ser manejada por el intercambio en pos del bien de la mayoría, si no de todos. El intercambio se presenta, en efecto, como alternativa al enfrentamiento de intereses, a la guerra y al caos.

Y bien, a partir de esta tesis, que se puede verificar en ciertas regiones del mundo y en ciertas épocas de la historia, los teóricos creyeron poder elaborar una teoría universal de la economía. Imaginaron que no solamente los occidentales se organizaban para el intercambio, sino que todas las sociedades del mundo hacían otro tanto. Se trataba, ahí, de una extrapolación.

Cuando la antropología se constituye, a principios del siglo XX, las primeras observaciones de sus fundadores (Boas, Malinowski, Mauss, etc.,) desmienten esta imaginación. Todas las sociedades del mundo, dirá Mauss, comprendida la nuestra, fueron fundadas por la reciprocidad : el intercambio es una invención tardía.

Queda entonces la solución de considerar la reciprocidad como una forma arcaica del intercambio.

Mauss imprimirá su nombre a esta hipótesis. E interpretará el don como el primer término de una serie de tres obligaciones ligadas entre sí para constituir la reciprocidad del don, del que espera mostrar su función como intercambio, hasta el punto de dar por título a su célebre ensayo : “Ensayo sobre don, forma y razón del intercambio en las sociedades arcaicas” [3].

Sin embargo, Mauss tropieza con lo que llamará, con un nombre polinesio, mana, el valor de referencia de esas tres obligaciones o, aún, del famoso valor hau maorí. Como el mana (o el hau) es un valor diferente del valor de uso, de los bienes comprometidos en la reciprocidad de los dones, Mauss hará de él el valor ético de los hombres que entren en relación de reciprocidad.

Las cosas dadas y recibidas son entonces consideradas como símbolos que dan testimonio de sentimientos de los unos por los otros. Los dones son tanto signos, como valores de uso.

Finalmente, Mauss cree que tales valores éticos son constitutivos de la personalidad del donador y no pueden alienarse definitivamente. Los dones vuelven a su donador porque están ligados a lo que no se aliena : su conciencia afectiva. Para Mauss, el donador pone la sombra de su nombre para el destinatario que lo acepta, o bien lo obliga a devolver otros bienes, los que pueden ser significativos igualmente de la generosidad o el reconocimiento del otro (y es eso la reciprocidad para él). El intercambio queda, pues, subordinado a algo que no se intercambia : el mana, el sujeto afectivo de los asociados que se encuentran en la reciprocidad para amarse o desafiarse.

La reciprocidad es la simetría de este ir y venir del mana de cada donador, una simetría de simpatía que autoriza el intercambio de cosas.

En definitiva, sólo las cosas pueden intercambiarse las unas por otras, bajo el manto de esta extensión y retracción del mana, (pueden también tener un cierto mana ya que llevan consigo lo que el fetichismo del mana les concede).

Para Mauss, la evolución económica consiste en separar la reciprocidad del intercambio. La reciprocidad se convierte en el pedestal de la moral y el intercambio en el motor de la economía moderna.

Lévi-Strauss piensa que Mauss fue seducido por la teoría indígena del mana, según la cual el movimiento de las cosas se explica en referencia a una afectividad que sería como su maestro cantor. Le reprocha el haberse dejado conducir por las sirenas indígenas, de ser la víctima del fetichismo de los indígenas, que prestan el mana a las cosas dadas y mezclan sus intereses con sus sentimientos.

Era necesario, dice, rechazar el cimiento afectivo que recubre las prestaciones primitivas y descubrir, bajo las tentativas de explicación de los indígenas polinesios, la verdadera dinámica que mueve secretamente las simpatías de los unos por los otros, es decir, descubrir el intercambio propiamente dicho y cuyo único motivo es el interés que los hombres tienen por los bienes del otro.

Lévi-Strauss no niega el don, le reconoce incluso el poder de poner a otro bajo la propia dependencia creando una unidad de consumo bajo el toldo de un solo centro de producción ; le reconoce además el producir un valor comunitario aunque, según él, cada donador busca ser el centro de la tienda, para entonces desmarcarse del otro mediante su producción, para intercambiarla, primero al abrigo del don, luego libremente, pero siempre en su interés.

El don, entonces, es un medio de instaurar la confianza y la amistad a fin de que se produzcan intercambios en paz. Y la reciprocidad de los dones es necesaria para evitar que los intercambios sean desiguales, ya que la desigualdad puede llevar a la guerra.

Si la tesis de Lévi-Strauss es justa, entonces todas las sociedades humanas se asemejan desde un mismo principio y no difieren sino por las modalidades de su aplicación o por el nivel de su desarrollo.

Se comprende, pues, la importancia de esta teoría : da a la extrapolación de los economistas occidentales, que se imaginan que el interés es el motivo de todas las transacciones humanas, una base científica tan profunda como extendida :

- profunda, ya que da cuenta de la reciprocidad, que desafiaba al intercambio, y la arrima al servicio del intercambio,

- extendida, ya que desborda el marco de la economía occidental y la somete todas las economías del mundo.

La tesis de la reciprocidad matriz de los sentidos y de los valores humanos

La situación contradictoria ¿resulta de un encuentro aleatorio ?

Como sin duda se habrán dado cuenta, aquí la situación contradictoria aparece como una situación fortuita, debida de alguna forma al azar de los encuentros. Es necesario que la mujer, o cualquier otra cosa que suscitare su codicia, sea para el hombre el motivo de un deseo y de un temor de fuerzas iguales, de lo contrario el hombre, sin duda, se apoderaróa de esta cosa o renunciaróa a ella. Y, encima, es necesario que este equilibrio sea simultáneamente el mismo para el cara a cara. Una igualdad tal, que puede ser imaginada desde un punto de vista lógico tiene, en realidad, algo de milagroso o de azar. Lo que es más, Lévi-Strauss juzga esta situación como insostenible y ello, justamente, porque es, en tanto que insostenible, que ella justificaría la intervención de la función simbólica para evitar el caos.

Dos cosas en la teoría de Lévi-Strauss me parecen aquí esenciales.

1) Lo contradictorio es reconocido como consistente. Sin esta consistencia de la situación contradictoria, la función simbólica no tendría ninguna posibilidad de manifestarse. En efecto ¿sobre qué operaría el principio de oposición ?

2) La palabra recorta, mediante lo no-contradictorio, la situación llamada contradictoria transformando en una representación duplicada la afectividad que caracteriza esta situación.

Quisiera añadir a esas dos observaciones, las siguientes proposiciones :

Hemos visto que lo contradictorio puede metamorfosearse en una palabra constituida por dos términos diferenciados, aunque correlatados (ya que ni el uno ni el otro tiene la menor existencia sin el otro). No se trata de contrarios, sino solo de complementarios, como pueden serlo lo alto y lo bajo, lo claro y lo oscuro. Lévi-Strauss llama a esta palabra principio de oposición, pero es una palabra, una palabra que puede llamarse palabra de oposición   (lire la définition) .

Y bien, el momento contradictorio puede, al contrario, quedar en sí mismo, como inmóvil. Su devenir está entonces marcado por el sello de una no-contradicción inversa a la de la oposición diferenciadora : de la no-contradicción de una identidad que la unifica con él mismo. A esta identidad unificadora, propongo llamarla la unidad de la contradicción. Lo contradictorio se metamorfosea, entonces, y desaparece en tanto que tal en la focalización sobre esta polaridad no-contradictoria de la unidad de la contradicción. Pero si esta unidad de la contradicción se expresa, se convierte también en una palabra, que llamaré palabra de unión  (lire la définition) .

La palabra de unión me parece tan extendida como la palabra de oposición y permite a las comunidades tener una sola referencia para todos, que también encuentran sus imágenes en la naturaleza : por ejemplo la cumbre, el centro, el corazón, el sol, el gris, la boca, el vientre, lo húmedo, la penumbra, etc.

Es de la misma forma que la oposición correlativa y la unidad de la contradicción focalizan lo contradictorio sobre lo no-contradictorio. He aquí, pues, que la función simbólica no parece anclada en una sola modalidad, sino en dos.

A partir de ahí, es difícil creer que la situación contradictoria, que origina esas dos palabras, sea un accidente de terreno, un encuentra fortuito entre los deseos de los unos y los otros.

Lo contradictorio, que legitima las dos palabras de oposición y de unión, juega un papel tan fundamental que me parece improbable que no haya sido la cuestión principal del encuentro de los primeros hombres, más exactamente, que no haya ejercido sobre ellos una poderosa atracción.

Los encuentros originales debieron haber tenido como objetivo el instituir lo contradictorio, mediante la reciprocidad, de forma sistemática, de forma perenne y en todos los dominios.

Lo que diferencia la tesis de Lévi-Strauss de la que os propongo, es que la reciprocidad según Lévi-Strauss es una regla psicológica que interviene después de la actualización de la palabra. Propongo situar, con anterioridad a la función simbólica, una primera estructura de reciprocidad y definir la reciprocidad no como una regla psicológica innata en el individuo, sino como una estructura social (lo que rechaza explícitamente Lévi-Strauss), una estructura primordial que tiene por desafío el crear situaciones contradictorias de forma sistemática.

A partir de ahí, la situación contradictoria, que sirve de pivote a la secuencia levistraussiana, ya no es un fruto del azar. Y el nacimiento de la palabra encuentra ahí una matriz.

Se comprende entonces por qué la palabra es inmediata y definitivamente comprendida por todos los miembros de una comunidad de reciprocidad y por qué Mauss pudo decir que esos gritos, esas lágrimas, esas demostraciones, esos dones, son símbolos comprendidos por todos ; es que su sentido es producto de la relativización mutua de fuerzas comprometidas por los unos y los otros (de tal manera que, dice Mausss, las cohesiones cruzan las oposiciones y las oposiciones las cohesiones).

La comunidad es indisoluble ya que sus miembros son mantenidos juntos por el principio de lo contradictorio y es la reciprocidad la que es la matriz de ello.

La función simbólica no se reduce al principio de oposición. Una segunda modalidad de la función simbólica compite con ella : el principio de unión.

La reciprocidad no sirve para pacificar los intercambios para que cada quien tenga la certeza de poder disfrutar en paz de su bien. La reciprocidad tienen por objeto mantener una tensión, es decir, un equilibrio en el cual lo contradictorio hace el mismo juego con lo no-contradictorio, siendo lo contradictorio la condición del sentido de lo no-contradictorio, o incluso, la revelación de la conciencia a sí misma como un sentimiento de libertad creadora.

Partiendo de las prestaciones totales, las actividades humanas pueden distinguirse, las unas de las otras, con tal de que cada una de ellas se inscriba en una relación de reciprocidad que engendre una situación contradictoria específica y común para los unos y los otros, es decir, que obedezca pues al principio de reciprocidad. El sentido se repartirá en cada una de ellas como el sentido de lo que son y, siguiendo la polaridad que dominará los equilibrios de reciprocidad cuando están provisoriamente desequilibrados, el exceso que no sea relativizado por su contrario engendrará el horizonte irreductible al que lo contradictorio da sentido.

En la situación imaginada por Lévi-Strauss como el umbral entre naturaleza y cultura, que él llama el intercambio de mujeres, se encuentra la preocupación por perennizar la situación contradictoria, y me asombra el hecho de que eso no le haya saltado a los ojos. Mi hermana se convierte en la esposa del hombre colocado frente a mi y la mujer, de la que él es hermano, se convierte en mi esposa, aunque mi esposa se mantiene como la hermana de otro y su esposa como mi hermana. Esta peremnización de la doble situación de cada uno como hermano, por una parte, y esposo, por la otra ; esposa de un lado y hermana de la otra, funda la comunidad de parentesco.

La reciprocidad primordial no es una regla psicológica al servicio de los intercambios, sino la matriz de lo contradictorio. Lo contradictorio no es un accidente, es la fuente sistemática del sentido. La cuestión de la reciprocidad da lugar al nacimiento de los valores humanos. (Cf. TEMPLE, D. “Homenaje a Lévi-Strauss”

Eso en cuanto al principio. Ya veremos mañana cuáles son las formas y estructuras de reciprocidad y cuáles son los valores que crean ; cómo esos valores se representan y, en fin, cómo se construye la ciudad sobre modelos diferentes.

La cuestión que se plantea, en efecto, es la de instituir la reciprocidad como el fundamento de la ciudad. En la claridad del bosque, para retomar la imagen del filósofo Sloterdijk, se construirá la ciudad, pero según planes impuestos por la reciprocidad convertida en geómetra imperioso.

Pero deberemos plantear una pregunta previa. Si el cara a cara, al que hemos reducido la reciprocidad primordial, se construye mediante el equilibrio entre la identidad de los hombres y se diferencia en la buena distancia que les permite ser la sede de un sentimiento contradictorio en el que eclosiona la palabra, ¿no habrían estructuras de base que tendrían la misma finalidad ?

Y, por tanto ¿no podría la palabra misma nacer de otras condiciones que aquellas que hemos reconocido con la ayuda de la antropología levistraussiana ?

Es, pues, evitando las preguntas que trataremos luego y, más bien, planteando las que atañen al principio de antagonismo, al principio de lo contradictorio (la equivalencia de lo que es contradictorio en sí y de la afectividad), al principio de reciprocidad, en fin, a la relación de esos tres principios, que quisiera que hoy prosiga el debate.

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Notes

[1] Françoise Héritier describe un segundo incesto, que llama incesto de segundo tipo, y que consistiría en una comunión entre dos padres por un intermediario común : por una madre o una hija por ejemplo por la relación sexual con el mismo hombre. Este incesto de segundo tipo está entonces prohibido, pero está generalmente prohibido bajo un enunciado definido por el hombre (con referentes masculinos), lo que parece confirmar que el hombre se ha hecho de la palabra y se autoriza a tratar a la mujer como objeto, incluso cuando la prohibición del incesto concierne un asunto exclusivamente femenino. Con todo, aquí hay un reconocimiento del hecho de que las generaciones no pueden extenderse idénticamente bajo pena de incesto. ¿Cómo entonces, el hombre, por mucho que se arrogaría la exclusiva de decir la Ley, podría tener como ambición el reproducirse idénticamente, si él mismo enuncia la Ley bajo la cual una reproducción tal es incestuosa ?

[2] CAI Hua, une société sans père ni mari, les Na de Chine, Paris, PUF, coll. Ethnologie, 1998.

[3] La teoría clásica : Todas la sociedades humanas se fundan sobre el primado del interés dominado por la relación de intercambio. La refutación de la teoría clásica por la antropología del siglo XX – Las sociedades humanas no están fundadas en el intercambio sino en la reciprocidad, que obedece a un principio ético. La interpretación de Mauss : la reciprocidad es una mezcla de valores de uso y de reciprocidad en nombre de valores ético inalienables. La interpretación de Lévi-Strauss : el interés es determinante, el valor ético e una justificación indígena. La tesis de Lévi-Strauss anula la refutación que la antropología de principios del siglo XX aportaba al postulado de la teoría de la economía política clásica. Postulando el intercambio como el único fundamento de la organización social, justifica el primado del interés por sí y la tesis de la economía política occidental. La teoría de Lévi-Strauss reduce a una función secundaria la reciprocidad y la despoja de toda pretensión a competir con el intercambio.


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