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janvier 2009

La reciprocidad y la alienación religiosa

Dominique TEMPLE

Resumen de las finalidades de la reciprocidad

La primera relación de reciprocidad, en la que nace el sentimiento de humanidad, es la reciprocidad de parentesco, estudiada por Claude Lévi-Strauss bajo el nombre de “intercambio de mujeres”. Pero la reciprocidad interesa inmediatamente a todas las actividades humanas, las “prestaciones totales” de Marcel Mauss, que producen el sentimiento de una presencia espiritual generalizada que Mauss llama entonces con un nombre polinesio, el mana.

Cuando esta fuerza espiritual se manifiesta como revelación de sí misma, se revela de manera afectiva, como la afectividad de la libertad. La reciprocidad constituye, en efecto, una matriz en la que fuerzas antagonistas, tales como la cohesión del grupo y la singularidad de los individuos, la homogeneidad del parentesco y la diferenciación exogámica [1] que se relativizan mutuamente hasta producir en el psiquismo humano una resultante que no es solamente la ausencia de toda determinación física o biológica, sino la aparición de la conciencia de conciencia.

Es, con todo, la naturaleza, puesta en juego por la reciprocidad, la que permite el nacimiento de esta conciencia de conciencia inmaterial. La revelación de la conciencia a sí misma es manifestación sobrenatural, solamente si llamamos naturaleza a las fuerzas físicas y biológicas.

La conciencia humana es sentimiento de sí misma, cuando las fuerzas físicas y biológicas, confrontadas por la reciprocidad para producirla, son integralmente relativizadas por su antagonismo ; pero ella es iluminación del mundo y se convierte en el sentido de las cosas, cuando una de esas fuerzas queda en exceso sobre la otra en relación a su momento contradictorio.

Puede ser, entonces, una pura conciencia afectiva cuando resulta de un momento en sí mismo contradictorio o, al contrario, convertirse en una conciencia objetiva cuando en sus límites queda una parte no-contradictoria. Desde entonces, es posible desarrollar, ora la interioridad de la conciencia de conciencia por la intensidad de su emoción, ora invertir esta emoción en la otra orientación y convertir esta intensidad en conocimiento de las cosas. Estas dos orientaciones, que han sido reconocidas en el origen de la conciencia humana [2], se excluyen mutuamente. [3].

La conciencia humana en un sistema de intercambio y en un sistema de reciprocidad

Sin embargo, la mayoría de los antropólogos sostienen la idea que el propio de la conciencia humana sea de ser conciencia de algún horizonte como objeto de conciencia, y lo llaman entonces conocimiento. Es a la conciencia como conocimiento que concedieron la primacía, y la conciencia emocional se juzgó irracional.

Queda el hecho de que, al desconocer así el rol de la orientación mística del espíritu, el pensamiento se encierra en el solo conocimiento de las cosas y propone una definición cada vez más pobre, de lo que está en el corazón de la conciencia humana, el sujeto mismo, vaciándolo de toda auto-consistencia.

Pero parece que no puede ser de otra forma, cuando la conciencia de conciencia está pensada a partir de una experiencia individual. Y bien, en una sociedad regida por la economía de intercambio, cada uno está programado para no pensar sino a partir de interés y por ello de forma individual.

No ocurre lo mismo en una sociedad de reciprocidad, en la que se comprende espontáneamente que la conciencia de conciencia es engendrada a partir de una relación de la conciencia con la de otro. Cuando por la reciprocidad, la conciencia de cada uno esposa a la de otro, la conciencia de conciencia que resulta de ello, es en efecto, común a ambas partes. La conciencia de conciencia es ciertamente una conciencia de sí misma, pero que se presenta como otro sujeto que sí mismo y que se puede llamar, para demarcarla del yo de cada uno, trascendental. Un tal sujeto es la humanidad en cada uno de nosotros. Hay que disociar, ese Sujeto del yo y a este Otro del otro.

Un Sujeto semejante nacido de la reciprocidad es él único en condiciones de manifestarse en primera persona, de una forma puramente espiritual. Inmediatamente, se manifiesta de una forma distinta a la de las expresiones biológicas, a través de la Palabra pero desdoblada entre lo que es sí mismo como Sujeto y lo que es el Otro como otro Sujeto, lo que autoriza por una parte una reflexión del Sujeto sobre sí mismo y por otra parte una aprehensión objetiva (en el sentido que da a este término el hecho de ser reconocido como verdad o referencia por todos quienes participen a su génesis).

Los espíritus

La Palabra que traduce un sentimiento semejante, liberado de toda materialidad, utilizará un significante que no pueda evocar ninguna determinación, un significante arbitrario, por ejemplo el imana en los Hutus y los Tutsis de Ruanda (África), el kakarma en los Aguarunas del Perú, la charis entre los antiguos Griegos, el mana en los melanesios ; tal sentimiento es independiente de los caracteres propios a la personas implicadas en la relación de reciprocidad, depende más de la estructura en la cual participen estas personas. En este sentido, es un espíritu que se recibe participando de la estructura.

Puesto que una misma persona puede ser comprometida en distintas estructuras de reciprocidad, podrá ser habitada por varios espíritus, adquirirlos o perderlos. La energía que resulta de toda estructura de reciprocidad da sentido a todo lo que la reciprocidad pude implicar bien que las cosas utilizadas en la reciprocidad adquieren un valor simbólico o que las fuerzas puestas pendientes para construir la reciprocidad no sean iguales y que la que aparezca en exceso al horizonte de la conciencia afectiva se defina como polaridad objetiva (es decir no-contradictoria) de la conciencia. Sin embargo, como la conciencia afectiva aparece mientras que desaparece todo horizonte particular, el espíritu parece nacer de nada, sino de sí mismo, y pueden suponerlo al origen de la naturaleza, a la cual da sentido, y en consecuencia, como su creador.

La “conciencia afectiva de lo sobrenatural”, para retomar la categoría de Lévy-Bruhl, nace de una relación que no puede ser sino contradictoria en sí misma ya que resulta del enfrentamiento de fuerzas antagonistas gracias a la mediación de la reciprocidad, pero se manifiesta por un sentimiento que, por su naturaleza afectiva, es absoluto en sí mismo [4]. Un sentimiento semejante comunica enseguida ese carácter absoluto a la Palabra que lo expresa. Su decir es Verdad. La primera Palabra será, pues, Ley o Mandamiento [5].

Cada relación de reciprocidad es la matriz de un sentimiento vivido por los socios de la relación de reciprocidad como la llegada de una potencia espiritual perfectamente libre y soberana (la toda potencia divina). Los Occidentales, que dan la primacía a la conciencia objetiva, rechazan a estas potencias toda realidad existencial, material, pero deducen también a veces que son ilusiones. El hecho, ya, de no participar de relaciones de reciprocidad los impide seguramente de ser la sede de tales sentimientos o tales espíritus. No hacen ya la experiencia de las conciencias emocionales, la experiencia directa de los espíritus. En toda sociedad de reciprocidad, al contrario, los espíritus son sentimientos reales probados por todos los miembros de la comunidad. Constituyen incluso la naturaleza espiritual de una comunidad. Tienen una eficiencia sobre el comportamiento de los unos o de los otros. La lesión de las matrices de reciprocidad produce, por lo tanto, graves perturbaciones en el psiquismo de los miembros de la comunidad. Los terapeutas, en estas comunidades, lo saben bien que para restablecer el equilibrio psíquico (y psicosomático) de una persona en dificultad, le proponen rituales donde la reciprocidad se restablece en un plan imaginario, con el fin de servirle de modelo y permitirle reconstruir en su vida las estructuras perjudicadas.

Las dos Palabras

A partir de la primera palabra, la que dice yo, se revela una nueva estructura de reciprocidad, como si el yo guardaba en el centro de su “absoluité” emocional el secreto de la reciprocidad. El yo es realmente reversible en ti, es decir que ha de sentido sino para dirigirse a otros. La palabra del yo del ser tiene para estructura ocultada la reciprocidad [6].

Es por el otro que se habla y de que se espera una respuesta. Ahora bien, todo significando se presenta a la conciencia como no-contradictorio, y tenemos aquí lógicamente dos opciones no-contradictorias posibles : la de la unión y la de la oposición. El tema que se exprese por la Palabra de unión, es el él. El tema que se exprese por el otro que significa la oposición, se dice por un duelo : mí-ti (hijo-padre, tío-sobrino, hermana-esposa…) y pronto por uno de estos términos solamente que implica el otro implícitamente.

La estructura de origen de las dos Palabras es, para una de ellas, aquella que los lingüistas reconocieron en la oposición diádica, la diferenciación, la oposición correlativa, la disyunción. La otra, esa inversa que se reconoce en la unión, la correlación, y que los lingüistas llaman conjunción.

Palabra de oposición, Palabra de unión. La primera está en el origen de los procesos de clasificación y del pensamiento científico. Nada tiene de sorprendente que haya sido inmediatamente reconocida por los pensadores occidentales como modalidad fundamental del lenguaje simbólico. Esta Palabra reconduce la reciprocidad en el sentido tradicional del término, es decir, como principio conciente de organización de la sociedad. Lévi-Strauss incluso ha intentado reducir esta modalidad de la función simbólica (la palabra de oposición) a un proceso vital, y la reciprocidad al control psicológico del principio de oposición. Pero es allí confundir la génesis del sentido con la de la vida, y reducir la función simbólica a una modalidad de la energía vital [7].

Pero la conciencia humana dispone de una segunda posibilidad de expresión : la Palabra de unión, el origen de la palabra religiosa. La Palabra de unión no distingue ni clasifica ; reúne, al contrario, todo en la unidad. Quiere expresar lo que trasciende las relaciones biológicas de una comunidad, como una conciencia de sí única para todos sus miembros. Requiere un significante capaz de llevar en su propia naturaleza lo que puede igualmente manifestarse por el juego de los términos opuestos y correlacionados que se diferencian el uno del otro.

Es fácil verificar que si los primeros discursos humanos utilizan oposiciones correlativas tales como lo alto y lo bajo, la luz y la sombra, lo caliente y lo frío, etc... también utilizan términos medios, tales como el centro, la cumbre, el medio, el gris, el árbol, el corazón, etc... Lévi-Strauss mismo, dio una idea de esta Palabra cuando la convierte en un principio de organización social, que él llama el “principio de casa” [8].

El yugo del significante

Pero ¿por qué no dispone la conciencia de medios propios para traducir lo que es de un orden diferente al de las fuerzas físicas y biológicas y por qué debe pasar bajo el yugo de significantes no-contradictorios ? ¿Por qué ese yugo ?

Si la Palabra es la expresión de una conciencia afectiva, brotada de la experiencia contradictorial de las fuerzas antagonistas, esta expresión no puede hacer, pareciera, el impás del cuerpo ni de la naturaleza. Si lo hiciese, sería encerrada en lo absoluto. Por encierro, habría que entender una homogeneización de segundo nivel, pero de la misma naturaleza que la homogeneización que fue necesaria relativizar por la diferenciación para darle nacimiento. Y esta homogeneización sería una forma de muerte para lo contradictorio mismo, por consiguiente para la conciencia de conciencia (para la consciencia afectiva pero también todo sentido).

De este encierro escapa la conciencia de conciencia (en tanto que ella misma es contradictoria) rehusándose a permanecer idéntica a sí misma, prisionera de lo que podría llamarse la unidad de contradicción. Ella deriva entonces en lo que le es opuesto de una homogeneización del Absoluto, deriva en la diferencia de este.

Esta actualización de la conciencia en el seno de las fuerzas de la naturaleza, es una suerte de diferenciación en un segundo nivel. La revelación, engendrada por la relativización de las fuerzas antagonistas de la vida y de la muerte, amenaza con encerrarse en su identidad ; procede al movimiento inverso de dar sentido a la naturaleza. Los Ancianos decían que el espíritu daba una alma a cada cosa de la naturaleza o nombraba las cosas como siendo o habiendo sido humanas [9].

Sin embargo, la diferenciación de segundo orden, a su turno, debe ser relativizada así como la homogeneización de segundo orden, para que el Absoluto no se hunda en una dinámica no-contradictoria y para que continúe la génesis de una potencia espiritual de un orden superior.

Homogeneización y diferenciación de segundo orden se relativizan el uno por el otro para constituir la matriz de lo que nos parece estar en el origen de la idea de la resurrección. La resurrección es aquí el renacimiento de la conciencia de conciencia por ella misma. El Absoluto no es pues todo. Más allá del Absoluto están la encarnación y la resurrección, de donde procede el espíritu que calificaremos como puro [10].

Los tres niveles de la reciprocidad

Pero ¿por qué la afectividad de una conciencia revelada a sí misma, en el seno de la interioridad de una relación recíproca, no se traduce de forma directa ? El absoluto que la caracteriza ya explica esta imposibilidad. Pero una explicación semejante es negativa ; significaría una impotencia, lo que sin duda no está en la naturaleza de lo absoluto. El absoluto, al contrario, garantiza la alteridad radical de cada uno. Una Alteridad, que E. Lévinas opone a la Trascendencia de lo Mismo, una Alteridad que no puede reducirse a la diferencia, que no puede integrarse en la organización de las formas superiores de vida, una Alteridad irreducible.

En el real, la reciprocidad quiere decir : “que casarse a la hermana del adversario, ofrecer la hospitalidad al enemigo en peligro, ocupar el herido en vez de acabar con el, compartir las comidas con quien está privado de ellos …”. De estos actos todos los días reiniciados, reflejan los mismos sentimientos primordiales, la gracia, la amistad, la responsabilidad, la justicia, y no es hombre que, naciendo de las matrices de reciprocidad concretas, no esté constituido inmediatamente como ser humano, libre, dotado de voluntad, responsable, justo, amistoso y bueno.

Pero estos valores inaugurales son tributarios de obligaciones materiales, y la Palabra designa inmediatamente las condiciones de su nacimiento como dificultades naturales : el prestigio es la obligación de dar lo más posible, el honor la obligación de venganza… Ahora bien con la ayuda de las representaciones del real, es posible construir estructuras de reciprocidad ideales por las cuales podrán nacer sentimientos liberados de las dificultades del real. Por lo tanto, que la eficiencia del simbólica que da a cada uno su nombre de hombre se asigna a la Palabra, una representación, un símbolo puede substituirse al real : el desposorio se convierte en una prenda. Máscaras, totems y dones son palabras significativas en su contexto cultural, que pueden redistribuirse según relaciones de reciprocidad homotéticas de las relaciones de reciprocidad del real. Emancipados de su contexto, tales símbolos se convierten en referencias y toda imagen o representación de esta naturaleza transporta el mana. Son cosas consagradas.

Una reciprocidad imaginaria que redobla la del real se forma por manera idéntica a partir de la reciprocidad negativa como a partir de la reciprocidad positiva : entre los Awajún (Aguarunas del Norte de Perú) [11], la Palabra tributaria de la reciprocidad de venganza encarga el asesinato. Para reaparecer más allá de su actualización en el asesinato, debe encontrar del sentido al interior de la reciprocidad de los asesinatos reales : exige que el homicida sufra la muerte. Cuando la palabra que designa la venganza pide matar, y compromete a la víctima o al clan de la víctima al asesinato, estamos bien en lo real. Pero, si esta eficiencia se asigna ahora a la propia palabra, se interpretará cualquier muerte sufrida incluida la muerte por accidente o enfermedad, como la eficacia de una palabra profesada por un enemigo. La muerte accidental o natural se informa así a un asesinato imaginado, y se percibe el propio mundo real en adelante como un reflejo de este mundo imaginario. El imaginario se vuelve más real que el real ; el mundo natural no es más sino una sombra de éste. Los almas o espíritus viven en un cuerpo y le dan para un momento alguna consistencia, algún realidad, antes de que da la vuelta al polvo, y que se pierda en el movimiento perpetuo de la naturaleza. El imaginario se ha substituido al real.

El tercer nivel : lo simbólico puro

A partir de la Palabra de unión y de la Palabra de oposición hemos entrevisto entonces dos discursos que conducirán la génesis del espíritu humano a organizar la sociedad ; uno tiene carácter científico, la otra carácter religioso. Cada una de ambas palabras dice los mismos valores humanos fundamentales : responsabilidad, justicia, libertad... [12]. Cada una manifiesta la eficiencia de esas fuerzas espirituales, aunque de manera excluyente respecto de la otra, en tanto que polarizadas por contrarios (la diferenciación y la unión). Pueden cohabitar, pero cada una en el límite de la otra.

Cada una de las dos Palabras puede hacer aparecer a la luz del día el secreto de su nacimiento y desplegarse como nueva matriz de libertad. Puede relativizarse a sí misma, en efecto, y de esta relativización renacerá una libertad más alta.

A partir de la Palabra de oposición

La antropología desde hace mucho tiempo mostró cómo las sociedades se organizan según este principio de oposición.

Si la Palabra que dice el sentimiento de ser humano por la oposición amigo-enemigo (blanco opuesto a negro) puede invertirse (“yo soy el polo de enemistad cuando tú te defines como el polo de amistad, pero yo soy el amigo cuando tú te defines como el enemigo”), el redoblarse indica que Yo es, a la vez, enemigo o amigo de un Tu que es, a la vez, amigo y enemigo. Los dos mitades, entonces, son correlativas de tal manera que la amistad está íntimamente unida a la enemistad, creándose así una distancia social propicia, de la que nacen sentimientos más complejos que el de la sola humanidad, y que tendrán sentido el uno en relación al otro. Lévi-Strauss da una buena definición de esas organizaciones dualistas :

« Ese término define un sistema en el cual los miembros de la comunidad - tribu o pueblo - se reparten en dos divisiones que mantienen relaciones complejas que van de la hostilidad declarada a una intimidad muy estrecha, y donde diversas formas de rivalidad y cooperación se encuentran habitualmente asociadas… »  [13].

A través de la Palabra de oposición, los Aymaras (Bolivia) se dotan de una primera distinción que permite decir que, entre las mitades negra y blanca se encuentra su sentimiento de ser humano, pero esas dos mitades iguales entre sí son llamadas churrus (madres), que llevan qallus (camada de pequeños). En el lenguaje pictórico de los Aymaras, cada mitad blanca o negra está rayada con la otra, la negra con blanco y la blanca con negro. Así, las mitades se relativizan ya que, por el redoblarse inverso de su diferencia, encuentran cierta identidad (negra y blanca) cada una y, sin embargo, la diferenciación opera nuevamente, ya que así nacen, al interior de esta identidad reencontrada cuatro secciones : las cuatro comunidades de base (ayllus) de la sociedad aymara [14].

La humanidad se despliega, en los Aymaras, entre los dos polos. El otro siempre es el espejo del Otro, pero el Otro es desde ahora otro superior o, por lo menos, de otro nivel que el de la reciprocidad de las fuerzas concretas de la vida. Es Otro, nacido de la reciprocidad del lenguaje, ya que la reciprocidad fue reproducida de manera conciente, como regla de reciprocidad que puede aplicarse a todo.

A partir de la Palabra de unión

Los Aymaras hacen malabarismos con la Palabra de oposición, pero también con la Palabra de unión. ¿Cómo se puede escapar al yugo de la Palabra de unión cuando ésta se institucionaliza como principio de unión ?

La Palabra de unión reúne todo, hace converger hacia un centro - la unidad de lo contradictorio - los sentimientos que nacen del frente a frente de la reciprocidad de origen. Una cumbre tal que focaliza la totalidad en un punto único, es el hogar del altar.

La Palabra de unión, sin embargo, extiende ahora su poder, irradia, difunde y el centro se convierte en el centro de la redistribución de los valores espirituales. La fuerza centrífuga de la redistribución redobla, invirtiéndola, la fuerza centrípeta del principio de unión.

¿Cómo una redistribución de lo mismo puede escapar a su eterno retorno ? Pero si el todo se relativiza a sí mismo y deja de ser él mismo, entonces la Nada toma alguna consistencia. Entre el Todo y la Nada que la rodea, la frontera no puede ser eliminada bajo pena de poder traducirse por una oposición entre contrarios. La frontera, entre el uno y el otro, se convierte en una zona intermedia ; en la luz que palidece, pasa progresivamente a la sombra de las tinieblas que se aclaran. La redistribución no es solamente repartición de bienes entre los que no tienen bienes. La comunidad no es cerrazón de lo similar sobre lo similar, sino apertura de lo semejante hacia lo no semejante.

¿Qué quiere decir apertura hacia la Nada del Todo ? Los Kashinawas del Perú [15] responden que no se puede saber nada de esa nada, pero que se puede reconocer su huella : en el orden kashinawa, la huella de lo que lo destruye y lo corrompe. La pureza del ser kashinawa está afectada en ello, debido al hecho de que los occidentales llegaron a poner en peligro los principios de la reciprocidad kashinawa.

Pero ¿es suficiente reconocer al otro por sus huellas, para venir al cabo de la alienación religiosa ? A partir de la relativización del centro y de la periferia, la idea de un pasaje continuo y, sin embargo, diferenciado significa que existe, entre el brillo de la revelación pura y las tinieblas de lo que está fuera del Todo, una región indecisa, una zona de penumbra en la que, a veces, se aventuraba Francisco de Asís cuando se dirigía al hermano Lobo o a la hermana Muerte. Llamar hermano al lobo, y hermana a la muerte, está más allá de las significaciones ordinarias…

Este sobrepasar poético es un juego de discurso que libera lo espiritual de los límites de lo imaginario, del yugo de significantes, como los del día o de las tinieblas, con los cuales buscamos decir las cosas.

La alienación religiosa

Pero en vez de relativizarse, la Palabra de unión puede al contrario convertirse en totalitaria. ¿Cuál es entonces la suerte de la afectividad de la libertad, que hemos reconocido como el sentimiento puro de la revelación, cuando ésta se traduce por la Palabra de unión ?

La Ley que dice la Verdad en su único significante, símbolo de la totalidad, es dogma, y lo que ella no reúne bajo su techo está entonces privado de ser ; es decir, que, para ella, es nada. El que limita la Ley a su imaginario, ignora todo lo que no pasa bajo su yugo. Rechaza, como a aquello que no hace parte de la humanidad, a lo que no entra en la reciprocidad traída a él por el principio de unión y se cree autorizado a negarlo así mediante la espada o el fuego, o la rueda, el muro, el machete o la violación. El infierno es su firma.

Sami A. Aldeeb Abu-Sahlieh cuenta que :

« El embajador de Arabia Saudí en Londres, el Dr. Ghezi al-Qussaybi, le dice a la periodista que lo entrevistaba el 13 de mayo de 1993 en la radio BBC sección inglesa : “Ignoro lo que ustedes entienden por “Comité de los Derechos Humanos”. Nosotros, en Arabia Saudí, conocemos los derechos determinados por la ley islámica y consideramos a los tribunales como a los guardianes de esos derechos. No he escuchado hablar de institución islámica en el pasado que se llame Comité de los Derechos Humanos. Hoy en día, cualquier ciudadano puede dirigirse al tribunal para quejarse si cree que uno de los derechos del hombre fue violado... Yo, en cambio, veo mal cómo tres o cuatro personas puedan decidir, por millones de personas que los designaron, mediante un oscuro mandato, para organizar los derechos del resto del pueblo” » [16].

Este hombre habla por la Palabra de unión institucionalizada ; una palabra que pretende echar su red en la humanidad desde el comienzo hasta el fin de los días. Quien dice unión lo dice todo, y el todo sólo puede tener, en la Unión, un solo significante. Desde su punto de vista, es pues imposible que los comités de defensa de los derechos humanos puedan legitimarse frente a la ley islámica y frente a los tribunales guardianes de la Ley.

El Papa Juan Pablo II recientemente impuso un similar desafío a la libertad añadiendo al Credo de los católicos (la profesión de fe del símbolo de Nicea-Constantinopla) la exigencia de la sumisión voluntaria, explícita como obediencia de la voluntad y la inteligencia a la enseñanza de la persona del soberano pontífice, no sólo en el marco de su infalibilidad sino en el de su magisterio ordinario [17]. Un juramento de fidelidad acompaña esta enfeudación para aquellos que tienen un cargo a ejercer en nombre de la Iglesia.

Desde el punto de vista de los derechos humanos, esta sujeción de la voluntad y la inteligencia, no sólo al enunciado de la Ley sino a las modalidades de la ley, tal como son definidas por una autoridad que se pretende de derecho divino, aparece tan enorme como la pretensión del embajador de Arabia Saudí de ignorar la democracia.

Y con todo, el despotismo espiritual, que sea romano o saudí, más bien se acepta por los fieles. La docilidad es inherente a todas las comunidades constituidas por comunión. El yugo bajo el cual debe pasar la palabra se acepta para acceder a una unidimensión del ser que parece superior a la de su propio “quant-à-soi”. La fidelidad de quien cree se obtiene en nombre de los valores espirituales que el jefe dicta en nombre de todos.

Una semejante fidelidad se obtiene en nombre de los valores espirituales que el jefe dicta para todos. El coraje es exaltado, la generosidad es exaltada, la confianza es exaltada, pero la pretensión de la palabra de unión a focalizar esas virtudes en un objetivo, cuya definición se inscribe en el imaginario de un individuo, transforma esta exaltación en sumisión.

Y, sin embargo, el despotismo espiritual, ya sea romano o saudí, más bien es aceptado por los fieles. Esta manifestación de docilidad es, en efecto, inherente a todas las situaciones en las que la comunidad se realiza por comunión. El peso del yugo, bajo el cual debe pasar la Palabra, es el sacrificio consentido para acceder a una dimensión del ser que parece superior a aquella de su propia existencia.

Es, pues, sorprendente que millones de hombres hayan podido considerar como poca cosa el precio a pagar por dar realidad a ese Dios ; cristiano, musulmán, fascista o comunista y descalificar la vida ordinaria, los sudores y las lágrimas, cuando no participan de su íntima convicción, como si no se tratara sino de manifestaciones de seres impuros o reducirlos a humores y excrementos. Para integrarlos a pesar de todo y bajo su forma negativa a la idea del Todo, es necesario designarlos como las expresiones del Mal. No asombrará que el campeón de los integristas cristianos, Juan-Pablo II, pueda declarar :

« Sí ! El hombre se ha extravio, los predicadores se extraviaron, los catequistas se extraviaron, los profesores se extraviaron. Es porqué ellos no tienen más el valor de amenazar del infierno » [18].

La pretensión a la verdad para el uno, la condena al infierno para otros.

Sami A. Aldeeb Abu-Sahlieh prosigue :

« Todos hemos aprendido la siguiente historia : “Si veis en mí un defecto, corregidme”. Alguien le respondió : “Por Dios, si encontramos en ti un defecto, te corregiremos con la espada”. Unmar replicó : “Alabado sea Dios, porque existe en mi nación quien corrija a Unmar con la espada”. Evidentemente, vivimos en un sistema social en el que el diálogo está barrido y en el que la espada es la principal maestra de pensamiento. Un sistema construido sobre verdades absolutas que se sirve del anatema (al-takfir) y de amenazas de muerte que no tardan en concretizarse. Eso ocurre casi cotidianamente en Argelia, Egipto y otras partes » [19].

Seamos justos : eso no sólo pasa en los países musulmanes. Cuando A. Hitler imponía su ley en Francia,

« El 5 de enero de 1941, los cardenales y arzobispos franceses reunidos en París le escriben al papa Pío XII su versión consoladora de la ocupación hitleriana del país : ”Ya se anuncian los frutos de la salud : muchas almas se abren a la luz divina ; las lecciones providenciales de la prueba comienzan a parecer a los ojos de los hombres avisados ; ciertos dones esenciales de la moral eterna son oficialmente restituidos…”. La respuesta del soberano Pontífice está fechada el 28 de febrero de 1941 : “La carta que Nos han enviado para hacerNos partícipes de vuestros sentimientos, de vuestras esperanzas, de vuestras resoluciones en este momento en que la mano de Dios se adensa en vuestra querida patria…” » [20]

¡El brazo de Hitler, la mano de Dios ! Faltaría pensar...

Pero es cierto que, desde hace siglos, la Iglesia Católica condena a los Judíos al infierno. Al pueblo que se dice de la revelación, como todos los pueblos que se dicen elegidos por el nacimiento del espíritu, a partir de la consumación de las fuerzas de la vida y la muerte, la Iglesia lo condena a muerte ! so pretexto de deicidio !.

Los Judíos no son los únicos en haber sido enviados al fuego eterno por los católicos. Los comunistas también y Pío XII, que no encontró de qué anatematizar al nacional socialismo, proclamó, en cambio, como intrínsecamente perverso al comunismo !.

La pretensión a la verdad, para los unos, y la condena al infierno, para los otros. Los campos de exterminio, para aquellos que no son reconocidos en el horizonte de la palabra que se dice todopoderosa ; las cámaras de gas y los hornos crematorios para aquellos que son reconocidos como los que pudieron contestar la autoridad suprema, tales como los hijos de Jacob, están entonces enmarcados por el silencio de aquellos para quienes el infierno anunciado, por fin, es realizado.

Al principio de su carrera, Hitler lo decía bien muy. Al final del segundo capítulo de Mein Kampf, escribe : « Hoy considero actuar de acuerdo con la voluntad del Creador todo-Potente ; defendiéndome contra el judío, yo combate para salvaguardar la obra de Nuestro Señor ». Y en un discurso en Munich en 1926 : « Durante milenios, la enseñanza del Cristo fue fundamental en la lucha contra el Judío como enemigo de la humanidad. Yo acabo la tarea que el Cristo comenzó. El Nacionalsocialismo no es nada de otro que la realización práctica de la enseñanza del Cristo » [21].

Los cristianos condenaron a muerte a los Judíos porque los publicaban deicidas. Hitler reconoció al contrario en el pueblo judío, la conciencia humana como pura revelación, como Dios, y es finalmente por esta razón que lo puso a muerte. La diferencia en la concepción del asesinato es radical pero permanece a menudo ignorada y ha verdadero que fue el secreto mucho tiempo de los hitlerenos sobre el sentido de la solución final. Hitler guardaba el secreto sobre el significado de la solución final porque él se atacaba a la conciencia revelada para que triunfe la naturaleza biológica : la raza.

Sin embargo reconocer que tal elección de los Judíos a la conciencia universal (que se afirma en la voluntad de destruirla en beneficio de la raza, de la fuerza biológica según la naturaleza), significa también que el pueblo judío no es deicida sino al contrario el testigo de Dios vivo.

El silencio de la Iglesia, cuyos jefes eran con todo los mejores informados del mundo, es sin embargo una pasarela entre el crimen cristiano y el crimen nazi.

La lucha para el poder del Absoluto, no es la misma cosa que de afirmar la primacía de la fuerza sobre la revelación pero la articulación de un crimen sobre el otro es posible. Se llamó esta articulación la colaboración.

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Notes

[1] Lo que Marcel MAUSS recapitula diciendo que desde el origen de las comunidades humanas las “oposiciones cruzan las cohesiones”.

[2] La conciencia afectiva para Lévy-Bruhl, por ejemplo, y la conciencia racional para Lévi-Strauss.

[3] Cf. LUPASCO, Stéphane. Le principe d’antagonisme et la logique de l’énergie, Paris, Hermann, 1951. Leer también : TEMPLE, D. “Le principe du contradictoire et les structures élémentaires de la réciprocité”, in : La revue du M.A.U.S.S., N° 12, 1998.

[4] Ver : ALQUIE, F. La consciense affective, Paris, Vrin, 1979.

[5] Se puede confundir este imperativo con la obligación de Mauss. Esta es la expresión del sentimiento de humanidad que dicta sus condiciones de existencia. Sin la obligación de donar, de recibir y de devolver, la obligación de reciprocidad, no hay posibilidad de reproducir el advenimiento del sentimiento de humanidad.

[6] BENVENISTE, E. Problemas de lingüística general, Paris, Gallimard, 1966.

[7] El capítulo de Las estructuras elementales del parentesco, titulado “El principio de reciprocidad” es inmediatamente seguido, en efecto, por el capítulo titulado “La organización dualista”, como si la organización dualista fuera su aplicación. « Creemos, más bien, que ellas (las organizaciones dualistas) reposan sobre una base de reciprocidad que ofrece un carácter funcional y debe ser presentada independientemente en innumerables colectividades humanas. Como trataremos de mostrar, el sistema dualista no da a luz a la reciprocidad : constituye solamente su puesta en forma », LÉVI-STRAUSS, C. Les structures élémentaires de la parenté, Paris, Mouton, (1947), 1967.

[8] LÉVI-STRAUSS, C. Paroles données, Paris, Plon, 1984.

[9] Para la lógica de esas manifestaciones, cf. LUPASCO, S. Le principe d’antagonisme et la logique de l’énergie, Paris, Hermann, 1951.

[10] Ahí hay todo un dominio que escapa al conocimiento ordinario, pero no a la investigación científica por poco que ésta no quede en un solo nivel.

[11] Cf. TEMPLE, D. y CHABAL, M. La réciprocité et la naissance des valeurs humaines, L’Harmattan, 1995.

[12] TEMPLE, D. “Le principe du contradictoire et les structures élémentaires de la réciprocité”, in La revue du M.A.U.S.S., N° 12, 1998.

[13] LÉVI-STRAUSS, C. Las estructuras elementales del parentesco, op. cit., p. 80.

[14] CERECEDA, V. “Las talegas de Isluga. Semiología de los tejidos andinos”, in Annales, año 33, N° 5-6, 1978, Paris, pp. 1017-1035.

[15] Ver : JAULIN, R. “Prefacio”, in DESHAYES, P. y KEIFENHEIM, B. Penser l’Autre chez les indiens Huni kuin de l’Amazonie, Paris, L’Harmattan, 1994.

[16] ALDEEB ABU-SAHLIEH, S. A. “Les ONG de défense des droits de l’homme en quête de légitimité en droit arabe”, in Transnational Associations, 1, 1998.

[17] « Creo en un solo Dios (…) y la vida de los siglos futuros, así sea. Creo también con una fe firme en todas las cosas contenidas en la palabra de Dios escritas o transmitidas por la Tradición y que son propuestas por la Iglesia, sea por solemne juicio, sea por el Magisterio ordinario y universal, para ser creídas como verdades reveladas por Dios. También abrazo firmemente y retengo en su conjunto y cada una por ella misma a todas (las verdades) que son enunciadas a título definitivo por la iglesia a propósito de la enseñanza de la fe o de las costumbres. Además, adhiero con una obediencia escrupulosa de la voluntad y la inteligencia a las doctrinas que enuncian el pontífice romano o el Colegio episcopal cuando ejercen su Magisterio auténtico incluso si no tienen la intención de proclamarlas en un acto definitivo », Actos de la Sante Sede, El Osservatore Romano del 25 febrero de 1989, in : La Documentation Catholique, N° 1982, 16 Avril 1989.

[18] Citado por CARDONNEL, Jean. J’accuse l’Eglise, Paris, Calman Lévy, 1996.

[19] ALDEEB ABU-SAHLIEH, S. A. “Les ONG de défense des droits de l’homme en quête de légitimité en droit arabe”, op. cit.

[20] Citado por CARDONNEL, J. J’accuse l’Eglise, op. cit.

[21] Citado por RAWLS, J. Paz y democracia, el derecho del pueblo y la razón pública, ed. Francesa : La découverte, 2006, pp. 34-35. Leer también : FRIEDLANDER, S. La Alemania nazi y los Judíos, Límite máximo, Paris, 1997.


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