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février 2008

4. A manera de conclusión - La reciprocidad fuente de la función symbólica

Dominique TEMPLE

Hemos partido de la idea de Mauss según la cual cada uno se dirige al otro para evitar la guerra ; designa sus sentimientos mediante gritos, gestos, dones, palabras a las cuales inicia a su compañero. La reciprocidad era la actitud simétrica del otro.

Mauss percibió entre los Andamanes sin embargo que el valor espiritual nacía de un equilibrio de fuerzas antagonistas, incluso se acercó mucho a la idea sugerida por un texto de Radcliffe Brown de una producción del valor espiritual a partir de la reciprocidad.

Lévi-Strauss aborda la cuestión de este antagonismo imaginando lo contradictorio en el origen de la función simbólica, pero sitúa lo contradictorio en la indecisión de guardar una ventaja y adquirir otra, es decir, en la contradicción aleatoria de un encuentro fortuito motivado por deseos antagonistas. Subordina la función simbólica a la realización de los intereses en juego que el intercambio podría satisfacer. La reciprocidad se debería a la aplicación por socios, que serían casi iguales e idénticos, del principio de oposición a la contradicción que se les presenta. Lévi-Strauss muestra, en efecto, que la función simbólica puede manifestarse por una oposición correlativa desdoblando una aprehensión contradictoria de un objeto convertido en el diferendo de deseos antagonistas.

Ese principio de oposición se nos apareció sólo como una de las modalidades de la función simbólica. Hemos extendido la noción de casa, de Lévi-Strauss, a la de una segunda modalidad de la función simbólica, el principio de unión.

Y bien, si el principio de oposición y el principio de unión tienen un origen común, éste no puede ser sino lo que es contradictorio en sí y lo contradictorio debe encontrar entonces un estatuto de referencia que permita a la función simbólica tener el mismo resultado para sí y para otro.

Aristóteles vio en la mesotês el justo medio entre términos antagonistas, y en la isotês la relación de igual a igual, la distancia social que permite el equilibrio entre la identidad y la diferencia.

Mostró, igualmente, que la reciprocidad es la estructura que permite este equilibrio y funda el sentimiento del justo medio. Hicimos intervenir, entonces, una nueva categoría : el principio de lo contradictorio.

La reciprocidad es la relación necesaria para que una situación pueda ser contradictoria simultáneamente para uno y para otro de forma sistemática.

Lévi-Strauss igualmente reportó a la reciprocidad, que en la serie maussiana estaba situada después del intercambio, antes del mismo mostrando que es eficaz desde la aplicación simétrica del principio de oposición de dos participantes idénticos, así como nosotros la trasladamos antes de la función simbólica, ya que ella ya es eficaz para estructurar lo contradictorio.

La reciprocidad ya no significa una capacidad del individuo de descubrir al otro, a partir de una alteridad previa sumergida en lo dado biológico, sino más bien la relación de la que nace un sentimiento inmediatamente compartido por todos y la palabra inmediatamente comprendida por todos.

Lévi-Strauss reunió los elementos de un sistema, la situación contradictoria, el principio de oposición, primera manifestación de la función simbólica, la reciprocidad, el intercambio y el principio de casa. No le da estatuto a la situación contradictoria : en los dos encuentros que describe para ilustrar el principio de reciprocidad, el de los extranjeros en un pequeño restaurante del Languedoc en el que se observa la reciprocidad en la ofrenda de vino, y la de los indios nambikwaras en la espesura brasilera [1], la situación contradictoria es fortuita. Para que la función simbólica tenga una oportunidad de ser eficiente, hay que imaginar una sucesión feliz de situaciones contradictorias aleatorias, sancionadas por una sucesión de intercambios logrados. Los grupos que intercambian deben tener intereses idénticos y ser de fuerza igual, ya que si no la fuerza bastaría para satisfacer la codicia de los unos en detrimento de los otros, y esos grupos deben lograr sus intercambios por bastante tiempo como para que la fuerza de la costumbre instituya entre ellos señales y referencias comunes, otras tantas condiciones difíciles de imaginar como constantes de la vida primitiva [2]. En fin, si bien Lévi-Strauss descubre el principio de unión, no le otorga un estatuto igual al que le otorga al principio de oposición.

Basta, sin embargo, modificar el orden de esos descubrimientos para obtener otra coherencia que suprima la necesidad de condiciones excepcionales como la de la igualdad de los grupos, o de la angurria por los privilegios del otro ; coherencia que dé cuenta de hechos dejados a su cuenta desde el punto de vista de la función simbólica (el principio de casa).

Si la reciprocidad es primera, la situación contradictoria deja de ser aleatoria. Lo contradictorio no sólo está perennizado sino engendrado sistemáticamente como la fuente de la función simbólica. Todo lo que cae en la red de la reciprocidad adquiere sentido automáticamente. Se comprende, de inmediato, por qué las prestaciones de origen son totales.

El principio de reciprocidad relativiza, en efecto, cada percepción elemental por su percepción antagonista. La reciprocidad crea un justo medio cuyo valor propio es irreducible a la de los extremos de donde procede. La conciencia de la justicia o el sentimiento de amistad son tales medios entre la percepción del otro y la de sí mismo ; es por ello que aparecen como Tercero [3] en relación al uno o al otro. Ese Tercero es, en las comunidades de origen, lo que Mauss llama el mana. En ese sentido, el mana es una unidad, una totalidad compartida por todos, aunque no es dado a priori y debe ser producido por la reciprocidad, no es una entidad previa o anclada a los orígenes.

La reciprocidad encuentra desde entonces su sitio después de la función simbólica, si bien no se trata tampoco del inconsciente biológico de Lévi-Strauss. El inconsciente encuentra una definición psíquica, un estatuto freudiano.

El principio de oposición, que toma su fuente en la diferenciación biológica, es utilizado para dar una solución no contradictoria y permitir la comunicación : es la manifestación del sentido en tanto que significación, pero no está solo. Es disputado por el principio de unión.

El principio de unión no viene a dar razón de aquello que sería dejado por cuenta por el principio de oposición. Es una segunda modalidad de la función simbólica que pretende dar otra versión de los mismos acontecimientos.

Reciprocidad, contradictorio, oposición, unión, forman desde ahora un complejo coherente para engendrar el sentido y permitir la comunicación, que no tiene más necesidad de la costumbre, de la igualdad y la identidad, de la simetría de los grupos primitivos ni el interés por cosas raras, ni aún el intercambio para justificarse.

La reciprocidad es, como muestra Lévi-Strauss en Las estructuras elementales del parentesco, el umbral entre naturaleza y cultura, pero no está subordinada al intercambio. El intercambio interesa a lo que lo imaginario es susceptible de reificar y de dominar para satisfacer el deseo de poseer ; la reciprocidad se interesa en el más allá de las cosas visibles, en la construcción del sujeto humano, en los valores humanos. Ella es la matriz del hombre social, del hombre hablante, del inconsciente y del lenguaje. Es la matriz del sentido. No es solamente característica de las familias originales, de los grupos segmentados o de las jefaturas o los imperios tradicionales, irriga la vida social, económica, política de todas las sociedades del mundo.

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Notes

[1] LÉVI-STRAUSS, C. Les structures élémentaires de la parenté, op. cit., pp. 68-69 et pp. 78-79

[2] Marshall Sahlins, sin embargo, intentó poner de manifiesto que los grupos primitivos podían ser de fuerza igual. Sugiere considerar que el don puro, o lo comparte, encuentra sus límites con la satisfacción de las necesidades inmediatas de la vida doméstica. Los grupos primitivos serían pues alrededor iguales, pero competidores el uno con el otro. Podrían así establecer relaciones de intercambios y de reciprocidad mezcladas. Cf. SAHLINS, Marshall. Stone Age Economics (1972) ; trad. fr. : Âge de pierre, âge d’abondance, Paris, Gallimard, 1976. La tesis no obstante no tiene en cuenta que el don o el comparte pueden no ser justificado por la satisfacción de necesidades materiales sino por el deseo de valores espirituales lo que pone en entredicho pues la idea de un cierre del don sobre la producción doméstica. Cf. TEMPLE, D. La dialéctica del don (1983), La Paz, Hisbol (1986), 2da ed. 1995.

[3] TEMPLE, D. & M. CHABAL, La réciprocité et la naissance des valeurs humaines, Paris, L’Harmattan, 1995.


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