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Teoria de la reciprocidad

Tomo II

   
   
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pp. 371-77

   
     
   
 La alocación universal
   
       
   

Los análisis concernientes a la alocación universal pueden separarse en dos grupos: los de los investigadores, para quienes la alocación universal debe liberar una creatividad al servicio de la producción para el intercambio, y el de los investigadores, que quieren que la alocación universal libere un espacio de producción para el don.

 

1) En el marco del intercambio: lo que es cedido debe ser medido con el mismo rasero de lo que es ganado, según el principio de que cada parte no actua, respecto a las otras, sino en su propio interés. Cuando la alocación universal se interpreta en el marco del intercambio (se trata entonces de un Ingreso Mínimo) es lógico, desde el punto de vista de la burguesía, pensar que el que vive de un ingreso mínimo trate de tomar lo más posible, sin contra parte, y que sea necesario imponer un trabajo.

 

Desde el punto de vista del proletariado, el salario está acompañado hoy de una redistribución garantizada por el Estado. Ya que es a través del trabajo que se participa en la sociedad, la reinserción debe estar asociada al Ingreso Mínimo, cuando no ser su objetivo principal, bajo pena de que ello resulte en una pérdida de dignidad y de lazo social. Sería entonces legítimo considerar el Ingreso Mínimo como una ayuda a la reinserción social (1).

 

Pero como la cantidad de trabajo remunerable, aceptada por la máquina industrial no deja de disminuir, la reinserción no es posible, a su vez, si el trabajo no es liberado por los asalariados mismos. La dificultad es que no es el trabajo el que es raro, lo es el trabajo renumerado, y compartir el trabajo asalariado, cuando se acrecienta el paro de manera irreversible, conduce inevitablemente, de una u otra forma, a la reducción de los asalariados o a la precarización de las condiciones de trabajo. Estamos ante la aporía de que un trabajo asalariado que pretende ser una fuente de actividad deseable, pero que a falta de ser posible para todos, debe ser compartido con una reducción de salario, lo que deja de ser deseable.

 

Se puede ver en el Ingreso mínimo de inserción el inicio de una libertad para crear nuevas empresas y, por tanto, más empleos. El argumento reposa en la idea de que el intercambio produce siempre más trabajo, y que se trata de promover el intercambio de servicios, antes asegurados por el don en la esfera de las relaciones amigables, y encontrar otros lugares de empleo que los del trabajo industrial. Esos partidarios de una cierta incondicionalidad del Ingreso Mínimo de Inserción que se convierte en Ingreso Mínimo Incondicional encaran esas modalidades como avances sobre las potencialidades de intercambio de los ciudadanos, suertes de créditos sobre las capacidades de producción o de trabajo para el intercambio (2).

 

2) La segunda categoría de investigadores consideran la alocación universal en el marco de la reciprocidad de los dones.

 

La alocación universal puede ser primero considerada como algo que es debido, con dos argumentos:

 

a) el argumento de Paine (3): ya que la naturaleza le ofrecía al hombre los medios inmediatos de su existencia, la sociedad debe ofrecerle al menos el equivalente lo que, en una sociedad de intercambio, se expresa por cierto poder monetario.

 

b) La sociedad ha creado un patrimonio colectivo que debe ser transmitido a cada generación de forma igual (4).

 

Pero la alocación universal también puede ser considerada como un don y, desde este punto de vista, debe ser un don de los medios de producir el don, ya que de otra forma no satisface sino la buena conciencia del donador y hace perder la cara al donatario.  Un don de los medios de producción del don debe permitir al beneficiario volver a donar, según sus capacidades, para merecer una dignidad social (5).

 

Ya que por mucho que tenga consigo la ley moral, esta tesis tropieza con la indiferencia de los economistas del libre intercambio, que no responden más que para satisfacer la libertad de donar según sus capacidades, habría que imaginar máquinas que liberen al hombre de trabajos penosos produciendo gratuitamente  las riquezas necesarias.

Pero es eso justamente lo que permite considerar la técnica moderna.

 

Como, en esta hipótesis, la producción de máquinas satisface las necesidades materiales, la producción de los alocatarios para el don deberá ser inmaterial. Los alocatarios deben situar su actividad libre en la esfera cultural, un dominio reservado tradicionalmente al don.

 

 

¿Cómo conciliar las dos perspectivas?

 

Será difícil persuadir a los investigadores que leyeron a Marx de que el trabajo no es el valor central de las relaciones humanas, ya que es a partir de las luchas sociales, para resarcir  una parte de los frutos del trabajo, que se construyó la sociedad moderna.

 

Sin embargo, Marx dice en los Grundrisse que, gracias a la técnica el trabajo asalariado dejará de ser la gran fuente de la riqueza y el tiempo de trabajo deberá estar a la medida de éste.

 

Las fuerzas sociales se movilizan tradicionalmente para la redistribución de los frutos del trabajo. Sería necesario que admitan que las condiciones de hoy no son las mismas que las de ayer y que las dos estrategias son complementarias y deben ser llevadas adelante, las que tienen por objeto el respecto del trabajo asalariado por un salario justo, y las que tienen por objeto la liberación del trabajo para el don.

 

La emancipación de los individuos, su libre florecimiento, la recomposición de la sociedad, pasan por la liberación del trabajo. Es gracias a la reducción de la duración del trabajo que pueden adquirir una nueva seguridad, un retroceso en relación con las “necesidades de la vida” y una autonomía existencial que los llevarán a exigir su creciente autonomía en el trabajo, el control político de sus objetivos, un espacio social en el cual puedan desplegar las actividades voluntarias y auto-organizadas (6)”.

 

El tiempo liberado del trabajo asalariado no debe ser reivindicado para instaurar una sociedad sobre el principio del interés-para-sí, sino para instaurar una sociedad sobre el principio del interés- por-el-otro, es decir, el principio de reciprocidad.

 

Para los asalariados de hoy, no se trata de oponer solamente los intereses de los débiles a los intereses de los fuertes, los intereses de la totalidad a los intereses de la mayoría o de una minoría, sino de oponer al interés lo contrario del interés.

 

La interfase entre la economía capitalista y una economía post-capitalista no pasa, entre los intereses de los unos y los otros, sino entre la economía capitalista y la economía humana. Pasa entre la explotación del trabajo y el trabajo liberado, entre el trabajo por intercambio y el trabajo por el don, y debe ser reconocida por todos los seres humanos como condición de su libertad, o si no los privilegios enmascararán la explotación acordando a cada uno un dominio privado en el que será posible practicar la reciprocidad con su familia, su parientes, su corporación; construirán una sociedad dual, de la que una parte tendrá acceso a la alta tecnología, a los saberes, mientras que la otra parte estará confinada a las obras sociales y a las actividades de interés local. Frente a la amenaza de su servidumbre, la reciprocidad debe ser proclamada inmediatamente universal (7).

 

Pero ¿cuáles serían entonces las ventajas de la alocación universal?

 

Ella le permitiría al asalariado negociar con el patrón, sin estar forzado a aceptar sus condiciones.

 

Sería, para los excluidos, el fin de la desesperanza y una barrera contra el terrorismo. Daría a cada ser humano la libertad de elegir una actividad que expanda sus dones y su creatividad en beneficio de toda la sociedad. Ordenaría a sus beneficiarios a responder según el principio de reciprocidad por el don. Los hombres provistos de lo necesario tendrían, ciertamente, la elección de producir para acumular o donar. Pero la gran mayoría de los hombres tiene sed de producir para dar. A partir del reconocimiento de la razón del don, se convertirá en la principal dinámica de la producción humana.

 

Esta razón del don ya es el motor de una parte importante, aunque no inventariada, de la actual producción, pero está escondida y explotada por la razón de que va en menoscabo del interés.

 

A partir del momento que la sociedad tenga el poder de organizarse por la reciprocidad, gracias a la alocación universal, desde que disponga de una territorialidad  en la que volcarse en actividades que ya no podrán ser desnaturalizadas por la ganancia, suprimirá inmediatamente la pobreza material y engendrará la riqueza espiritual.

   
       
     Notas

(1) Ver : Jean-Marc Ferry, en La revue du M.A.U.S.S., n° 7, premier trimestre, 1996.

(2) Ver : Yoland Bresson, ibid.

(3) Ver : Thomas Paine, ibid.

(4) Ver : Jean-Luc Boilleau, ibid.

(ver : Alain Caillé, ibid.

§) Andre Gorz, Métamorphoses du travail : quête de sens, Galilée, Paris, 1998.

7) Marx opuso el trabajo estructurado por el intercambio y el trabajo estructurado por la reciprocidad.

He aqui el trabajo por el intercambio :

« Cuando produzco más de la que me falta inmediatamente, el surplus de ese producto se calcula con refinamiento teniendo en cuenta tu necesidad. Es solo en aparencia que produzco ese surplus. En verdad, produzco otro objeto, el objeto de tu producción, que quisiera intercambiar por ese surplus, un intercambio que ya he realizado en mi mente. El lazo social en el que me encuentro en relación a tí, mi trabajo para satisfacer tu necesidad, no es entonces sino una aparencia y nuestra integración mútua no es, también ella, sino una aparencia: su base, es el pillaje reciproco. La intención de robar y de engañar se disimula necesariamente bien, al ser interesado nuestro intercambio, tanto por mi lado como por el tuyo, con cada egoismo queriendo sobrepasar al otro, tratamos entonces de robarnos mutuamente. Es cierto que el grado de poder que reconozco a mi objeto sobre el tuyo reclama tu aprobación para convertirse en un poder real. Pero nuestra aprobación reciproca del poder respectivo de nuestros objetos es un combate por y para venecerlo, hay que tener más energía, fuerza, inteligencia o habilidad. Si la fuerza física basta, te robo directamente. Si la fuerza física no basta, tratamos de engañarnos recíprocamente y el más hábil engaña al otro. Poco importa, desde el punto de vista del sistema en su conjunto, cuál de los dos obtuvo la ventaja. El engño ideal descuenta; opera de los dos lados; dicho de otra forma, cada uno engaño al otro según su propio juicio (...) El único lenguaje comprensible que podamos hablar, el uno al otro, es el de nuestros objetos en sus relaciones mutuas. Seriamos incapaces de comprender un lenguaje humano, éste quedaría sin efecto. sería comprendido y sentido como una oración e imploración, y, por ello, como una humiliación expresada avergonzadamente, con un sentimiento de desprecio, sería recibido por el otro lado como una impudicia o una locura y rechazada como tal; hasta tal punto somos extranjeros a la naturaleza humana que un lenguaje directo de esta naturaleza se nos aparece como una violación de la dignidad humana: al contrario, el lenguaje alienado de los valores materiales nos parece el único digno del hombre, la dignidad justificada, confiada en si y conciente de si.

Es verdad, a tus ojos, tu producto es un instrumento, un medio para hacerte de mi producto y para satisfacer entonces tu necesidad. Pero, a mis ojos, es el objetivo de nuestro intercambio. No eres, para mí, sino el instrumento para producir este objeto, que es un objetivo para mí, así como, inversamente, te encuentras en la misma relación hacia mi objeto. Pero 1) cada uno de nosotros actúa bajo la mirada del otro; tu te has trasmutado realmente en medio, en instrumento, en productor de tu propio objeto a fin de hacerte con el mio; 2) tu propio objeto no es para ti sino el sobre producto concreto, la forma escondida de mi objeto. Te has convertido, de hecho, en tu propio medio, el instumento de tu objeto del que tu deseo es el esclavo, y tu aceptaste trabajar como esclavo a fin de que el objeto ya nunca sea una limosna para tu deseo. Si en el origen del desarrollo, esta dependencia recíproca frente al objeto aparece de hecho, para nosostros, como el sistema del amo y el esclavo, esa no es sino la expresión sincera y brutal de nuestras relaciones esenciales. El valor que cada uno de nosotros posee a los ojos del otro es el valor de nuestros objetos respectivos. Consecuentemente, el hombre mismo no tiene valor para cada uno de nosotros».

¿Como Marx imagina entonces el trabajo para el don recíproco ?

« Supongamos que producimos como seres humanos, cada uno de nosotros se afirmaría doblemente en su producción, a sí mismo y al otro.

1) En mi producción, yo realizaría mi individualidad, mi particularidad; experimentaría, al trabajar, el goce de una manifestación individual de mi vida y, en la contemplación del objeto, tendría el goce individual de reconocer mi personalidad como una potencia real, concretamente aprehensible y que escapa a toda duda.

2) En tu goce y tu empleo de mi producto, tendría la alegría espiritual inmediata de satisfacer por mi trabajo una necesidad humana, de realizar la naturaleza humana y de suministrar a la necesidad de otro el objeto de su necesidad.

3) Tendría conciencia de servir de mediador entre tú y el género humano, de ser reconocido y sentido por tí como un complemento de tu propio ser y como una parte necesaria de tí mismo, de ser aceptado en tu espíritu y en tu amor.

4) Tendría, en mis manifestaciones individuales, el goce de crear la manifestación de tu vida, es decir, de realizar y de afirmar en mi actividad individual mi verdadera naturaleza, mi socialbilidad humana (gemeinwesen). Nuestras produciones serían otros tantos espejos en los que nuestros seres irradiarían el uno hacia el otro. En esta reciprocidad, lo que sería hecho de mí lado lo sería también del tuyo».

Obras, La Pleiade, Economie, II. p. 31-33.