Javier Medina
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Contrato social o Pacto de reciprocidad
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(reçu en Avril 2004)
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La necesidad de un nuevo Contrato social, como una salida al impasse que atravesamos, se empieza a escuchar cada vez más. Se impone, pues, una sumergida en este concepto para comprobar su pertinencia o no. No hay nada más práctico que una buena teoría. Entiendo perfectamente lo que se menta con este concepto y la preocupación que la acompaña; por ello, contribuyo con la siguiente apostilla. Mi observación va en el sentido de que "Contrato social" no es el concepto adecuado y su improbable implementación nos podría llevar, otra vez, hacia una nueva frustración, pues ese esfuerzo, todo esfuerzo, requiere un gasto de energía que no nos sobra, en este momento, como sociedad. Vivimos un acelerado proceso de entropía estatal. Los conceptos perfomantes, no sólo en política, tienen relación con la sociedad concreta y con el tiempo en el que se los quiere usar. "Contrato social" es un concepto que pertenece, primero, al ámbito de la civilización occidental cristiana, por tanto, a un sistema que autonomiza las esferas, en base a la escisión sujeto-objeto, público-privado: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" que no conoció ni la hélade ni el judaísmo y cuyo máximo exegeta fue Machiavello; segundo, a su era moderna, bajo la modalidad del liberalismo y, por tanto, en el contexto del individualismo, que entraña la noción de esfera privada, promovido fuertemente por el protestantismo calvinista en función de la revolución industrial: llevar a su fin el mitema de la creación: dominar la naturaleza. Esta, matices más matices menos, es la red semántica de este concepto. No es nuestro caso; salvo, quizá, para el 10% de la población que vive, mentalmente, en el siglo XIX. Y no se gobierna bien en función del 10% de la población y de una era ya pasada. Justamente por eso, no se entiende bien cuál es el objeto material del Contrato: ¿Que los pobres se ajusten los cinturones? ¿A nombre de qué? ¿Con qué credibilidad? ¿Con qué institucionalidad? ¿Con qué cultura ciudadana? Desde el punto de vista liberal, el criterio subyacente a Contrato social es la de que el hombre contrata ciertos poderes específicos del medio, pero guarda para sí todo lo demás. El contrato social es inseparable de la noción moderna de interés privado, individualismo y autonomía (lo social: el bien común, como se sabe, es un efecto no buscado, producido por "la Mano invisible" del mercado) En una sociedad mayoritariamente no occidental, animista, basada en el principio comunitario; holista, es decir, que no separa esferas autónomas sino en la que, por el contrario, todo está interrelacionado en un espacio-tiempo "tridimensional": el ayllu de los jaqe, de las waka y de la sallqa, que no es industrial y no pretende dominar la naturaleza; todo lo contrario; busca vivir en armonía con ella, el deseo de un "contrato social" se expresa mejor en el concepto de "Pacto de reciprocidad", en la lógica del don. La agenda indígena es conocida a los historiadores y es la misma desde el siglo XVI: Territorio y Autodeterminación (ahora: Soberanía de los pueblos, República Kollasuyo). No ganamos nada inventándonos otra agenda (que paguen más impuestos, por ejemplo), si es que se quiere llegar a un acuerdo con la mayoría indígena excluida de las bondades del sistema liberal. Otros términos de referencia, sólo pueden producir un Simulacro estatal más. Desde un punto de vista indígena, como desde un punto de vista cuántico, Reciprocidad es, pues, la palabra exacta y, puesto que estamos hablando de lo político, el otro término adecuado es Pacto: Pacto de Reciprocidad o Ayni estatal. Los indígenas van a tributar (y lo que se quiera) a cambio de Territorio (recursos naturales) y Autodeterminación política (autonomías federales). No van a ir a ningún "contrato" o "pacto", por menos que eso: ¡es su agenda de 500 años! El problema boliviano es que su elite no quiere entender ese mensaje, proferido de mil maneras: con palabras y con actos. ¿Qué es, por ejemplo, un Bloqueo caminero si no un anticipo de soberanía territorial? Leerlo como un mero ir en contra del "libre tránsito" (que también lo es) es como quedarse viendo el dedo que apunta al sol. Entiendo, justamente, que la Asamblea Constituyente es el espacio idóneo para celebrar ese Pacto que ha de fundar otra juridicidad. Por tanto, la política pública, ahora, es poner toda la carne en ese asador; pues el tiempo de los parches al saco de aparapita que somos (presidencialismo americano, prefectura francesa, municipio español, tribunal constitucional alemán, defensor del pueblo escandinavo, superintendencias), ya se acabó. Nuestros problemas actuales no tienen solución dentro de los marcos actuales. Hay que ampliar el marco de referencia, como enseña la Gestalt si queremos resolver los viejos problemas. Ahora bien, para ello, tenemos que llegar a la Asamblea constituyente con consensos mínimos, fruto de una Comunidad de aprendizaje a escala nacional ("No describimos el mundo que vemos, vemos el mundo que podemos describir", Descartes; por eso, justamente, hay que aprender a ampliar el marco de referencia conversando con el otro) si no queremos una guerra de trincheras o una torre de babel y, por tanto, una frustración epocal. Este tiempo es para eso: para iniciar una gran conversación política como un diálogo lúcido entre civilizaciones diferentes, pero complementarias. Si la agenda del Pacto es Territorio y Autodeterminación, reitero mi propuesta "Un Estado: dos sistemas". Dicho políticamente: pensar una "Diarquía federal cuatripartita": el sistema liberal voto- y el sistema comunitario designación- (di-arquía) atraviesan tres niveles gubernativos: nacional, regional y local (federal), ordenados en dos parcialidades: la media luna de las tierras bajas y el medio sol de las tierras altas (dualidad ecológica y cultural), donde el nivel local y el regional cobran los impuestos (en dinero y en ayni) y con ellos se financian el gobierno nacional que necesiten y quieran (equilibrios fiscales, equidad subnacional e intergubernamentales, relaciones exteriores). La cuatripartición proviene del hecho de que las dos parcialidades, para crear comunidad política, se dividen en dos (no hay comunidad sin tinku): bosón-fermión (quechua / aymara y amazónico-mojeño / chiquitano-guaraní) u otras combinaciones. En esta o parecida reconfiguración estatal van a encontrar un comienzo de solución nuestras actuales angustias públicas. Este es el objeto material y simbólico del Pacto de Reciprocidad entre el 62 y el 38 por ciento de la población boliviana. Nadie, en su sano juicio, va a contribuir a una cleptocracia quebrada. Se acabó el tiempo de las reformas.
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